Más allá de que fueron los españoles quienes
difundieron la costumbre de las tertulias, no está claro cuál fue el origen de
este tipo de reuniones. Hay quienes creen que provienen de la persona del
teólogo cristianorromano Tertuliano, del S.III famoso por su capacidad como
polemizador. Sin embargo, la teoría más popular es la que señala que las
tertulias tienen sus orígenes en las academias literarias del Siglo de Oro, como
la Academia de los Nocturnos (en Valencia) y las reuniones en la Casa de
Pilatos (en Sevilla)
En la época de Felipe IV (1621-1665) se puso
de moda leer y estudiar las obras de Tertuliano en las reuniones de personas ilustradas,
de ahí tertulia.
Tiene , además, la palabra tres sentidos
1-Pasillo en la parte más alta de los teatros
antiguos.
2-Reunión de personas que se juntan
habitualmente, para conversar o
recrearse, con frecuencia en un café, y también, a veces, para jugar a juegos
de sobremesa.»
3-La
palabra tertulia refleja la idea de algo abierto, desenfadado, que favorece el
intercambio de opiniones sobre diferentes temas, donde todas las intervenciones
son igual de importantes. La palabra tertulia suena a amistad, cercanía, charla
compartida, intercambio de opiniones.
«Es interesante reflexionar sobre la palabra
tertulia, de origen portugués, derivada del latín tertius (tercero) y
relacionada con terciar, que indica un hablar entre tres, así como dialogar lo
es entre dos. Terciar, como se sabe, es también la acción de mediar entre dos o
más personas para resolver un conflicto. Y tres es el número mínimo de personas
para formar un grupo, y por eso simboliza la organización social, también
representada por el triángulo, idea germinal de la pirámide.
Las reuniones informales y periódicas, donde
se congrega gente interesada en un mismo tema para debatir, informarse y
compartir opiniones, se conocen como tertulias. Se trata de una costumbre española
que fue muy frecuente en sus colonias independizadas hasta mediados del siglo
XX. En la actualidad, los contertulios o tertulianos (tal como se los llaman a
los asistentes) suelen ser personas del ámbito intelectual que se reúnen en
cafeterías.
Las tertulias pueden ser todo tipo:
literarias, teatrales, taurinas e incluso de interés general. Es norma no
instituida, pero generalmente asumida, la de atacar y desacreditar impíamente a
la persona que no viene a la tertulia o durante el tiempo en que se ha demorado
en llegar, lo que sirve para que nadie falte y todos se tomen en serio su
asistencia y pertenencia a ella. Los habituales a la tertulia son los
denominados tertulianos o contertulios.
Se considera que una tertulia de buen nivel
puede ser un excelente instrumento educativo, ya que lo primero que se aprende
en ellas es el sentido crítico y la tolerancia por las ideas ajenas. Además,
las tertulias permiten fomentar la amistad, estrechar las relaciones sociales y
enriquecer la cultura de los asistentes.
Una tertulia es una reunión informal y
periódica de gente interesada en un tema o en una rama concreta del arte, la
ciencia o la filosofía, para debatir e informarse o compartir y contrastar
ideas y opiniones. Por lo general, esta reunión se da por la tarde o la noche
en un , café, cafetería o cervecería (menos frecuentemente, y por lo general en
ámbitos más rurales, en una rebotica o casino) y suelen participar en ellas
personas del ámbito intelectual. Es costumbre de origen español, asociada a
veces a la costumbre hispánica de la charla de sobremesa, y se mantuvo arraigada
hasta mediados del siglo XX en las colonias independizadas del imperio español.
A los asistentes se los llama «contertulios» o La voz de origen incierto
tertulia empieza a utilizarse en el siglo XVIII y figura ya en el Diccionario
de Autoridades (1739) en el sentido de "Junta voluntaria o congreso de los
discretos para discurrir en alguna materia" y en el más mundano de
"Junta de amigos y familiares para conversación, juego y otras diversiones
honestas" que se solía dar tras la comida, en la llamada sobremesa.
El galicismo salón no se incorpora al DRAE
sino en 1925 en el sentido de "Reunión habitual en una morada de personas
distinguidas por su condición o por su cultura", que suele usarse en la
forma del plural salones. En el XIX se prefiere el uso de este último término, sobre
todo si se refiere al ámbito aristocrático y habida cuenta de que con él se
designa no solo la reunión, sino también el monumental marco físico en que se
desarrolla; únicamente un escritor tan castizo como Juan Valera, aunque conoce
ambos términos, muestra una abierta preferencia por el de "tertulia"
frente al de "salón"
.
Puede haber tertulias taurinas, literarias,
teatrales o de cualquier tipo, incluso tertulias de carácter general, y con
frecuencia giran alrededor de un personaje famoso que asiste regularmente e
incluso puede darles nombre: "La tertulia itinerante de Cansinos",
"La tertulia de Valle-Inclán"... Aunque lo corriente es que se
bautice por el nombre del local que la aloja, lo que puede resultar algo confuso,
pues hubo a veces varias tertulias a horas distintas o en épocas diferentes en
un mismo café.
Una tertulia de buen nivel suele ser un
instrumento educativo de primer orden y lo primero que se aprende en ellas es
tolerancia y sentido crítico. Por otra parte, una tertulia permite a los interesados
por un tema amistar y estrechar relaciones con los de su gremio y enriquecer su
cultura, y a los neófitos aprender de los más experimentados y conocer
informalmente a las personas de su esfera. Las hay de dos tipos: estables (en
un solo lugar) e itinerantes (que se mudan de sitio periódicamente). Estas
últimas son mucho más informales y menos frecuentes.
La tertulia, que algunos quieren hacer
derivar del fogoso y polemizador teólogo cristianorromano Tertuliano, tendría
sus orígenes en las llamadas academias literarias del Siglo de Oro, como la
valenciana Academia de los Nocturnos o la de Sevilla, dirigida por el Duque de
Tarifa, que se reunía en la Casa de Pilatos.
En Madrid fueron famosas la Academia Selvaje,
nacida en 1612, y la Academia Mantuana, ante la que Lope de Vega, frecuente secretario
de estas instituciones, leyó su Arte nuevo de hacer comedias (1609). Otros
afirman que estas reuniones tuvieron comienzo en las que realizaban los
críticos al acabar una pieza teatral en la zona de los corrales de comedias
denominada tertulia, pero ambas teorías no son en modo alguno excluyentes y
pueden confluir con la costumbre de tomar el café que concluye una comida fuera
de casa, de forma que en la cafetería de un sector de la ciudad donde habitan
muchos intelectuales suelen congregarse estos a la misma
En otros países existieron y existen
instituciones, si no similares, al menos muy parecidas. En Francia puede
llamarse tertulia a la costumbre de los salones del siglo XVIII en los cuales
una dama recibía los galanteos de una serie de intelectuales, escritores y artistas;
en Inglaterra, los clubs son una institución parecida, pero de carácter más
formal. En España, una velada, sarao o soirée podía perfectamente terminar o
completarse con una tertulia entre gente que departía amigablemente sobre todo
lo divino y lo humano, y en concreto sobre la actualidad política y cultural.
En Italia, las reuniones tenían un carácter más formal desde el establecimiento
a fines del siglo XVII de la Academia de los Arcades de Roma y sus distintas
corresponsales en el resto de la península. Pero el carácter informal y sin
«acta» escrita de la tertulia impide considerar a las academias de origen
italiano como asociables al fenómeno estrictamente oral de la tertulia
española, fenómeno lateral a la existencia, también en España, de academias
literarias.
Fueron célebres en el siglo XVIII la
granadina Academia del Trípode, y, entre las tertulias, la de la Fonda de San
Sebastián o la que mantenía el helenista Pedro Estala en su celda de escolapio.
Por otra parte, muchos nobles solían reunir
en salons a lo francés a escritores para hacerlos partícipes de juegos
cortesanos o representaciones teatrales de aficionados; en otras ocasiones,
solían hacer coincidir a escritores enemigos u opuestos para divertirse con las
mutuas asperezas de ambos, algo de lo que ya se quejaba Tomás de Iriarte en
prosa y en verso. Menos formales, también se constituyeron sociedades
dieciochescas de libertinos para organizar bailes nocturnos, como la de la
Bella Unión.
La costumbre de los salons franceses, desde
el primero, de madame Catalina de Rambouillet, durante el Preciosismo
seiscentista, en que era cuestión del más reputado honor exhibir el ingenio más
agudo, se prolongó en numerosos otros que lo imitaron a lo largo del siglo
El establecimiento de Sociedades Económicas
de Amigos del País a fines del siglo XVIII facilitó la creación de este tipo de
asociacionismo, así como la difusión de la prensa, que se solía leer habitualmente
en los cafés y casinos, de forma que el comentario de las noticias o su
contraste en periódicos de orientación diferente formaba en estos lugares
improvisadas, animadas y hasta agitadas tertulias que, a su vez, podían generar
más formales sociedades económicas o, más frecuentemente, sociedades
patrióticas. La creación de estas últimas fue fomentada por parte de los de los
liberales a comienzos del XIX, sobre todo en el Trienio Liberal
En el XIX fueron famosas, entre otras, la
tertulia romántica literaria de El Parnasillo, que se reunía en el Café del
Príncipe de Madrid, la de escritores posrománticos de La Cuerda en Granada y su
extensión en Madrid, que era la mantenida por Gregorio Cruzada Villamil, la del
Café Suizo, también en la capital, de los hermanos Bécquer o la de escritores realistas
del Bilis club en Madrid, integrada por Leopoldo Alas "Clarín" y otros
escritores asturianos.
A principios del XIX mantenía una en Sevilla
Juan José Bueno. En Madrid el músico Santiago Masarnau reunía a personajes de
todas las artes y se hizo muy influyente y poderosa la que en su casa mantenía
el académico Marqués de Molíns y, en los años sesenta, congregó el dramaturgo
Eduardo Asquerino en la suya a numerosa gente de teatro que podía tomar el té y
leer obras literarias en voz alta; de ella nació la idea de fundar un Teatro
Nacional. El periodista y crítico Manuel Cañete reunía en su casa a selectos contertulios
y la de Wenceslao Ayguals de Izco tenía carácter democrático y mezclaba a
literatos y a músicos, de forma que a veces se celebraban conciertos.
La construcción de nuevos espacios de
socialización como los casinos, ateneos y liceos, sobre todo a partir de la
Revolución de 1868, posibilitó asimismo la creación de tertulias fijas en las
provincias; en otras ocasiones las tertulias se celebraban en reboticas o
lugares parecidos. Paralelamente la aristocracia se reunía en sus salones para
distinguirse de esas tertulias burguesas y a finales del siglo XIX ya era una
costumbre plenamente establecida con una rígida rutina: las reuniones de
sociedad en Madrid empezaban el 4 de noviembre, día de San Carlos, con la
celebración que daban en su hotel los barones del Castillo de Chirel. A partir
de esa fecha, recibían en sus casas o palacios todos los señores destacados al menos
un día a la semana; los lunes los señores de Bauer en su palacio de la Calle
San Bernardo; los lunes por la noche había velada en casa de los Esteban
Collantes; los viernes por la tarde en casa de la Marquesa de Bolaños. La
marquesa de Esquilache reunía a gente muy poderosa: recibía miércoles y viernes
y concurrían políticos como Eduardo Dato y escritores como la condesa Emilia Pardo
Bazán; sobre sus losas se forjaron y derribaron gobiernos.
Las invitaciones solían redactarse en
francés.
El primer tercio del siglo XX fue muy
abundante en tertulias. El centro más importante era el Nuevo Café de Levante;
desde los últimos años del siglo XIX hasta la guerra europea, este fue el centro
de reunión de las tertulias más importante de Madrid, al que no dejaban de
acudir tanto consagrados como jóvenes promesas y escritores caídos en el
olvido. Todos acudían allí para dar a conocer sus obras y pensamientos. En
palabras de Valle-Inclán, «el Café de Levante ha ejercido más influencia en la
literatura y en el arte contemporáneo que dos o tres universidades y
academias».
En la ciudad universitaria de Salamanca, el
Café Novelty hizo desde 1905 de punto de encuentro de la vida cultural de la
ciudad, habitual ha sido la presencia de literatos en sus mesas, como Miguel de
Unamuno, Ortega y Gasset, Carmen Martín Gaite, Francisco Umbral, Torrente
Ballester o Víctor García de la Concha.
En el madrileño Café de Fornos estaba una, de
raíz muy antigua, que se conocía como la de Vital Aza, pasado Virgen de los
Peligros, y allí se reunía una gavilla cosmopolita compuesta por artistas, escritores,
actores y actrices, toreros, futbolistas. En el Café de Gato Negro, en la calle
del Príncipe, junto al Teatro de la Comedia, Jacinto Benavente mantenía una
tertulia modernista. Tenía techo bajo, escasa iluminación, grandes divanes y,
al fondo, un postizo que por las noches se abría y comunicaba el Café con el
Teatro.
José Ortega y Gasset tenía la suya en La
Granja del Henar; en el Café Marfil, esquina Cedaceros, pasó Jacinto Benavente
sus últimos días como tertuliano; en la calle Sevilla estaba el Café la Ballena
Alegre, donde se reunieron entre otros José Antonio Primo de Rivera y su
guardia falangista; en el Café León se daban tertulias de eruditos y
periodistas. Al Café del Prado, en la calle del Prado, amplio, con espejos y
veladores de mármol, acudieron a lo largo de su historia Gustavo Adolfo
Bécquer, Ramón y Cajal, Menéndez Pelayo, Buñuel y Lorca, o el académico Melchor
Fernández Almagro.
El Café Español era frecuentado por los
hermanos Manuel y Antonio Machado, contertulios también del Café Comercial, que
como los del Café Europeo acabarían en el Café Gijón, cuya fama e influencia en
los ambientes literarios aumentarían durante la posguerra.
En la Cervecería de Correos comenzaron a
reunirse los jóvenes poetas de la Generación del 27 y allí fue donde Lorca se
citaba con los escritores y antiguos compañeros de la Residencia de Estudiantes;
en el café Jorge Juan lideraba tertulia José Francés; en el café de Roma
Gregorio Marañón y sus pupilos del Ateneo de Madrid preparaban proclamas contra
la monarquía agonizante.
En otros lugares de España proliferaron
también las tertulias; fue famosa la tertulia del Rinconcillo en Granada, donde
estuvieron Federico García Lorca y Manuel de Falla, entro otros grandes intelectuales.
Se encontraba en la Plaza de los Campos, en un café —llamado Café Alameda— actualmente
ocupado por el restaurante Chikito.
Esta ha sido una pequeña muestra de la
historia que fue el origen de lo que conocemos como tertulia, y que nosotros en
nuestra forma habitual de reunirnos también somos seguidores, ya que los temas que
tratamos generalmente son variados y nos hacen pensar, opinar y polemizar, como
nuestros antecesores, aunque en algunos casos, no tan prestigiosos y cultos,
aunque si tratando de dar cada uno nuestra opinión dentro de nuestros propios
conocimientos. Espero que este tema nos sirva también para opinar y polemizar amigablemente.
Nota: La información de esta ponencia esta
sacada de Wikipedia y de artículos varios.
Podéis dejar vuestros comentarios y opiniones en el recuadro inferior si así lo deseais.
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