Ponencia
presentada por Mª Carmen, el pasado sábado día 21 de junio.
Todo en el
cuerpo es necesario, pero la cabeza no solo es necesaria sino que es
imprescindible. La base craneal es un armazón arquitectónico y su relleno,
contiene dos partes muy importantes que indicaran nuestra personalidad: El
cerebro y la cara.
La cara
está compuesta por 22 músculos a cada lado que pueden llegar a generar 10.000
expresiones faciales diferentes.
La cara
esta simétricamente constituida, las dos orejas, los dos ojos y las dos
mejillas.
El marco de la cara es el cabello.
El bello
facial lo perdimos al iniciarse la postura vertical, solo queda una suave
pilosidad más visible en unos rostros que en otros. Nuestro hocico se convirtió
en nariz, los dientes se retiraron hacia dentro. Su misión al empequeñecer,
era, masticar más que desgarrarlos alimentos, los ojos, antes salientes,
quedaron protegidos por los parpados.
Nuestro
rostro perdió su apariencia simiesca, hace muchos siglos, que la especie humana
posee un rostro parecido al que tenemos en el siglo XXI.
Cada rostro
es único y personal, la reproducción sexual ha transmitido la genética del
parecido con los progenitores.
La
endogamia de grupo multiplico características étnicas del rostro con diversos
grados de similitud y variación.
Hoy
millones de rostros humanos pueblan la tierra, todos diferentes.
Desde la
antigüedad, filósofos y anatomistas han intentado clasificar los seres humanos
por su apariencia exterior, atribuyéndoles carácter y moralidad. Las
especulaciones de estos sabios bien intencionados ahora nos sorprenden.
La “Frenología”,
(formulada por Fran Joseph Gall) por
citar algo cercano en el tiempo histórico fue un intento de enlazar tamaño del
cráneo con personalidad.
Por
ejemplo, cuando decimos “” Fulano de tal no tiene dos dedos de frente”, estamos
ejerciendo sin pretenderlo de frenólogos.
Otro científico
del siglo XIX, Cesare Lambroso, planteo la teoría después de estudiar muchos
rostros y sus diversos perfiles, que quizás nuestra conducta, en algunos casos
criminal, podía estar determinada por nuestra cara. Planteando la duda
inquietante de si nuestro rostro condiciona nuestra conducta.
Estas teorías
están descartadas en la actualidad.
Sin embargo
la fisiología (cara como espejo del alma), tiene bastante aceptación popular,
aunque no se considere científica, se acerca a la verdad aunque no consiga
atraparla.
Todos hemos
de reconocer que ante rostros desconocidos, nos formamos primeras impresiones,
que nos generan confianza o desconfianza.
Con los próximos,
como conocemos mejor su cara, nos fijamos más en las expresiones. El rostro es
como una pantalla siempre encendida, que continuamente transmite información,
incluso cuando estamos dormidos.
Estos mensajes,
conscientes o inconscientes, han sido codificados por todas las civilizaciones,
la disciplina del gesto facial es un síntoma de civilidad.
Según las
normas, todo individuo por interiorización socializadora ha de saber conseguir
poner la cara apropiada a cada situación.
Para la
sociedad, en sus relaciones de grupo, es más importante la cara que ponemos,
que la que tenemos. Si esto crea habito, no nos ira mal en las relaciones con
el prójimo. Nos permitirá encerrarnos ocasionalmente en nuestro “yo” interno y
ponernos circunstancialmente máscaras, para el papel que queremos representar,
es decir camuflarnos a conveniencia. Y como todo el mundo hace lo mismo,
nuestra lectura del rostro ajeno, siempre será parcial y muchas veces engañosa.
Aunque, no
podemos estar siempre en guardia, como tampoco podemos llevar siempre la cara
maquillada.
Reconociendo
sin embargo que nuestra cara funciona como un relato de nuestra biografía, las
emociones se traslucen en el rostro. La ira enrojece, la tristeza apaga, la alegría
ilumina.
Algunos
tienen la cara de tonto y son muy listos, los hay con cara de ángel y son
perversos.
Quizás algo
de la personalidad del poseedor de un rostro se pueda intuir en él.
La estética
del rostro siempre ha preocupado a la humanidad, cada contexto histórico ha
incidido en un canon de belleza. La mayoría de la población tiene un rostro
normal.
Normal,
significa no tener algo en demasía, ni por exceso ni por defecto.
Los muy
feos y los muy guapos son minoría.
La cirugía estética
pretende una corrección de los rasgos con los que el individuo poseedor se
siente insatisfecho.
Aunque el
resultado final, en algunos casos no deja satisfecho psicológicamente.
Al rostro, lo
peor que le puede pasar es quedar desfigurado, por enfermedad, por accidente o
por agresión.
Nuestra
identidad queda herida, el rostro es el más “yo” de nuestro “yo”.
Sentiremos
de forma incomoda la mirada ajena, por eso la cirugía reparadora intenta
devolver la dignidad al rostro dañado.
El caso más
extraordinario, ha sido el reciente trasplante de cara, en el cual al receptor
se le encajan los nervios y músculos del donante, con sus propios vasos sanguíneos.
Esto producirá
que tenga otra cara, ni la suya, ni la del donante.
Ambas
afectan a la exteriorización del rostro en público, en algunas zonas no se
permite el cara a cara entre hombres y mujeres, han de velar el rostro de forma
total o parcial, en la vía publica.
Según la tradición
ancestral, la mujer ha de ser indistinguible fuera de su entorno familiar.
El
argumento del tabú, es protegerla de las miradas lascivas de los hombres.
El burka,
es la versión más radical de la ocultación del rostro de la mujer, pero además la
cubre de la cabeza a los pies, impidiéndole la visión periférica, una buena
respiración y hasta una adecuada locomoción, es como una cárcel andante desde
el punto de vista occidental.
En la iconografía
religiosa, en algunos casos se permite cierta representación del rostro de
Dios, como en el caso del Cristianismo, no así en el Islam en el que esta totalmente
prohibida su representación.
El dogma
cristiano reconoce que Dios tiene rostro, pero es imposible verlo, ya que mana
tal resplandor que ciega el ojo humano.
La iconografía
más reproducida es la de Cristo, en cuyas esculturas y cuadros es representado su
ros con belleza y serenidad y otras veces con la marca del dolor.
Aunque la cara más probable de cristo, según los científicos sea esta:
En las
representaciones del rostro de la Virgen y de los Santos, interviene en muchas
ocasiones la imaginación del artista, ya que en esos casos es más importante la
fe que la verosimilitud.
Los
ilustres y poderosos de la historia siempre han querido que su efigie pasara a
la posteridad, encargando retratos y esculturas a los artistas, gracias a esa
vanidad los museos están llenos de galerías de retratos.
Ahora que
tenemos nuevo rey, su cara se reproducirá millones de veces, en retratos
monedas y sellos, en las escuelas públicas y en los organismos oficiales.
Con el
invento de la cámara fotográfica, el retrato se popularizo, y permitió,
haciendo que guardemos en nuestras casas fotografías de padres y abuelos.
La pequeña
foto en la cartera, funciona como talismán, como proximidad hacia el ser
querido, y su recuerdo constante.
Las nuevas tecnologías
han creado la moda del “Selfie”, que provoca grados de narcisismo, desconocidas
hasta ahora.
Hombres y mujeres se fotografían constantemente, queriendo
capturar el instante de su rostro, con la ventaja de poder eliminar rápidamente
las imágenes menos halagadoras.
Conclusión:
Es difícil tener
certezas sobre lo que significa el rostro.
Os propongo
un ejercicio:
Cuando os levantéis
por la mañana de la cama, colocaros delante del espejo, sin gafas y con las
orejas descubiertas, relajados y si es posible, mantened una neutralidad
mental, es decir sin narcisismos ni severidades.
Observémonos
detenidamente
Quizás
surjan las preguntas:
¿Está
escrito en mi rostro el relato de mi vida?
¿Qué es lo
que los otros pueden leer en él?
Lo que si
tenemos que tener en cuenta siempre, es que el “Rostro solo", no es la persona.
Podéis
dejar vuestros comentarios y opiniones en el recuadro inferior si así lo deseáis.
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