miércoles, 30 de abril de 2014

TEMA LIBRE A PROPUESTA DE LOS ASISTENTES

El pasado domingo día 27 de abril, de entre los temas presentados se eligió :

“Es más peligroso un ingreso hospitalario en fin de semana", propuesto por Teresa.

"La fama para quien la quiera", propuesto por Mª Carmen


“Es más peligroso un ingreso hospitalario en fin de semana".

¿Los hospitales matan?

Hombre, preguntado así...



Tim Baker, analista del sistema hospitalario británico



Usted es el experto, diga.

No matan, pero hay infecciones hospitalarias peligrosas, y errores humanos también.

Y puedes morir.

El riesgo cero es imposible, incluso en un hospital. Un hospital es un lugar peligroso: ¡ pugnan la vida y la muerte ! Todo va en serio, y nos compensa tenerlos, funcionan.

Algunos mejor que otros, ¿no?

Hay hospitales más eficientes que otros, sí, mejores y peores en diversos aspectos.


¿Y usted se sabe todo esto?

Informo a la población británica de qué hospitales son mejores o peores cada año.

¿Mejores o peores en qué sentido?

En equipos médicos, en instalaciones, en mortalidad, en altas, reingresos, solvencia, balance económico, eficiencia... ¡En todo!

¿Y qué hospital gana?

En mi país, este año, el de Cambridge.

¿Y sabe cuál es el mejor de España?

Conozco los mejor valorados en Catalunya en el 2012: el ICO (Institut Català d’Oncologia) y el Dos de Maig.



¿Quién lo dice?
Sus usuarios, según un informe similar al mío, encargado por el Departament de Salut de la Generalitat. Les he asesorado.

¿Transparencia total?

En Gran Bretaña la hay. Y espero que también aquí, si siguen nuestra pauta. ¡Ni ocultaciones ni enjuagues! El ciudadano tiene derecho a saberlo todo: paga los hospitales con sus impuestos. ¡Máxima transparencia!



¿A qué hospital iría con un infarto?

Al hospital Christie, de Manchester. Como norma general, al más cercano... con una buena unidad hemodinámica. Y por eso son decisivas las ambulancias.

¿Por qué?

La ambulancia sabe qué hospital es el mejor y más cercano para esa urgencia. ¡Un buen servicio de ambulancias salva muchas vidas!



¿Lo tenemos aquí?

Sí, eso está bien. Otras cosas... no tanto.

¿En qué nos conviene mejorar?

En ingresos hospitalarios evitables: de todas las hospitalizaciones realizadas en el 2012 en Catalunya, 39.000 eran innecesarias.

Eso es un gasto...

Y también hay operaciones en quirófano que podrían haberse solventado con cirugía ambulatoria.

¿En qué aspectos estamos más quejosos de nuestros hospitales?

¡En la calidad de la comida hospitalaria, ja, ja…! Y también en las listas de espera, que están volviendo a crecer...


¿Qué número de camas por habitante sería óptimo?
Importa menos el número de camas que el número de buenos médicos.

¿Y los errores humanos de los que me hablaba…?

Muchos están relacionados con el llamado “efecto de fin de semana”: en los hospitales, los fines de semana son más peligrosos que los días laborables, pues vemos crecer el índice de mortalidad y de reingresos.

¿Y cómo se explica ese efecto?

Por el factor humano: los médicos titulares y sus equipos de primera línea están descansando, y cubren sus funciones equipos médicos menos expertos...


Que se equivocan más.

Y lo mismo sucede durante el mes de agosto y en los periodos vacacionales altos. Es inevitable, y es un fenómeno global: sucede en todas partes.

Pues procuraré no ponerme malo en esos momentos…

Mejor nunca, ¿no?

¿Qué sistema sanitario le parece el mejor del mundo?

No el de Estados Unidos, desde luego, ¡que deja desprotegidas a 45 millones de personas!
Y sangra bolsillos, por sobrediagnóstico: si pueden diagnosticarte tres sesiones… ¡mejor que dos!



Suena poco ético...

Al ser humano le gusta el dinero.

¿Y qué opina de los sistemas sanitarios europeos?

Son más eficientes y universales. Para preservarlos, ¡hagámoslos muy, muy transparentes!
Y escuchemos a sus usuarios.

¿Qué debería tener un hospital para ser muy buen hospital?

¡Liderazgo! Un equipo al frente con ideas claras. Y alto compromiso con su oficio. Y buenas prácticas.



¿Mejor hospital grande o pequeño?

De todo. Es decir, centros ambulatorios eficientes que eviten ingresos hospitalarios, y también buenos hospitales grandes. Y, sobre todo, evitar reingresos: el reingreso es el termómetro de cierto fracaso…

¿Quién es el mejor aquí en esto?

El hospital Clínic y el hospital de Bellvitge, entre los grandes. Y el de Campdevànol, entre los pequeños.




¿Cómo minimizar los efectos de la crisis económica en los hospitales?
Eficiencia y una cierta capacidad de sacrificio colectivo. Aquí, por lo que veo, está haciéndose bien: sus usuarios califican a los hospitales catalanes con una nota de 8,5 sobre 10.
Enhorabuena... ¡y a mejorar!


VÍCTOR-M. AMELA y SERGI ALCÁZAR entrevistan a:
Tim Baker, analista del sistema hospitalario británico

Para “La contra del Periódico “La Vanguardia”


La fama para quien la quiera 

En la literatura


La gloria literaria es una equivocación, dijo Borges alguna vez. Es una forma de la incomodidad, dijo también. Dichas por alguien que manifestó en más de una ocasión el deseo –compartido con su padre– de ser invisible, estas palabras resultan absolutamente coherentes, pero la cuestión es: ¿quién no ha oído hablar de Jorge Luis Borges? 



Porque la fama –divinidad de la que ya Virgilio destacaba su rapidísimo vuelo– no la escoge nadie; es ella quien escoge. 
Hay grados en esto de la fama literaria: hay escritores famosos y hay escritores famosísimos. A los primeros suele conocerlos mucha gente, además de los especialistas en temas literarios; a los segundos los conoce todo el mundo, incluso quien no lee nunca nada. Estos últimos suelen ser autores superventas, escritores que han logrado algún best-seller más o menos feliz. Las estrategias comerciales suelen ser determinantes y pueden activarse tanto desde el principio, con best-sellers claramente premeditados, como a posteriori, para promocionar obras que reciben una acogida favorable totalmente imprevista. Pero ni en un caso ni en el otro lo comercial resulta un factor necesariamente incompatible con la calidad literaria, cosa que a muchos les cuesta aceptar. De hecho, la presencia del best-seller en el campo literario suele indignar a la mayoría de los apocalípticos y provoca una lógica reacción defensiva por parte de quienes se sienten atacados. 



Conviene recordar que el campo literario es, fundamentalmente, un espacio conformado por posicionamientos artísticos. Pierre Bourdieu lo señaló en numerosas ocasiones, y fue él también quien mostró cómo normalmente los distintos gustos que coexisten en una sociedad se autojustifican en forma negativa, rechazando los otros gustos. No es extraño entonces que con mucha frecuencia las justificaciones estéticas en el interior del campo literario se expresen en clave dialéctica, con argumentos y contraargumentos que muestran los distintos posicionamientos en juego. 


Así se hace evidente que el campo literario es un campo de luchas, donde nadie quiere mantenerse en una periferia marginal porque quien más quien menos aspira a tener el control, a ocupar el centro y conseguir así que sea su visión de la literatura la que domine. Esta dinámica queda ilustrada con las reacciones que suele provocar el best-seller en muchos críticos, pues una y otra vez asoman maniobras de resistencia a la concepción literaria –pseudoliteraria, se dice entonces– que representa este fenómeno, pero es obvio que el mercado no está de parte de estos apocalípticos, sino de parte de los superventas –que por eso lo son– y esto genera a veces una crispación y una rabia fuera de lo común, que lleva a cuestionar continuamente la credibilidad de la lista de los libros más vendidos y, sobre todo, la calidad de esos libros. 


Los enfrentamientos en este sentido tienen que ver con el gran alcance inherente al best-seller, factor que incide negativamente en la valoración de la calidad de las lecturas pues, como han constatado muchos estudios sociológicos, cuanto más se difunde una práctica artística más disminuye su valor simbólico. De ahí que lo genuino, lo auténtico, suela quedar asociado a una cantidad más bien reducida de obras. Se evita así el riesgo de la devaluación. Frente a esto poco puede hacer la literatura que logra un consumo masivo, por mucho que quiera ser considerada de calidad. Los autores de best-sellers –algunos nombres, entre los que no faltan auténticas marcas registradas, asoman de inmediato: Stephen King, Ken Follett, John Grisham, Tom Clancy, Michael Crichton, Noah Gordon, J. K. Rowling, Stieg Larsson, Carlos Ruiz Zafón– consiguen grandes cifras de ventas y dominan el mercado, pero saben bien que eso los sitúa en una posición incómoda en el interior del campo literario, a merced de muchos francotiradores. 


Desde el punto de vista de los criterios de valoración que dominan en el interior del campo, las jerarquías suelen ir en dirección contraria al éxito comercial. O sea, que quien vende mucho gana sin duda mucho dinero, pero se arriesga a perder prestigio. Porque una cosa es el capital económico y otra, a veces bien distinta, el capital simbólico. Sólo en el segundo caso entra en juego el prestigio literario, el gran beneficio del que disfrutan los escritores consagrados, siempre asociados a la literatura de gama alta. La de los best-sellers se asocia a la otra, a la literatura no literaria, a la literatura kleenex (de usar y tirar), a la de género veraniego. 


Son obras que han quedado desvalorizadas por una excesiva divulgación y por tanto son sospechosas de basarse en una seducción fácil para satisfacer el gusto de la inmensa mayoría de lectores potenciales en una sociedad de masas. De ahí a considerarlas obras-basura hay sólo un paso. Y por cuestiones higiénicas está claro lo que hay que hacer: impedir que entren en el campo literario o expulsarlas de allí si han logrado entrar ya.


No vaya a ser que se confundan con la literatura auténtica y al final nadie distinga en medio de la mezcla las voces de los ecos. Pero mientras se libra la lucha en el campo literario para decidir quiénes se quedan con la buena fama y quiénes con la mala, una cosa está muy clara: hay unos que son famosos y otros famosísimos. Y a lo mejor es eso lo que de verdad molesta.

Artículo publicado en la revista “ El Ciervo” en Enero de 2010, por David Viñas Piquer


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