TEOLOGIA DEL MÁS ALLÁ
La muerte, siempre le ha
parecido al hombre un gran misterio, y sobre la supervivencia en el más allá,
ha elaborado mitos, codificado doctrinas y religiones, aconsejado u obligado a
formas de conducta específica y variados ritos funerarios.
Todo ello le sirve aun hoy
para imaginarse, con angustia o con
esperanza, el viaje póstumo del alma, que es contemplado como un complejo
proceso de transición de lo corpóreo a lo tras-corpóreo.
Para la refinada
civilización egipcia, este paso constituía una gran preocupación. Para ellos,
los humanos, ya nacían con el Ka, que
era como una especie de garantía de inmortalidad.
El Ba constituía la consciencia. Al morir el cuerpo, el Ba atravesaba diversas regiones,
hasta que era pesado en una balanza, según la inclinación, el alma era enviada
a un lugar o a otro.
Los egipcios conocían el
arte del embalsamamiento, sus momias han resistido bastante bien el paso del
tiempo.
Griegos y romanos
construyeron el mito de la barca de Caronte, que atravesaba un rio, previo pago
de un peaje.
Unas almas eran conducidas a
los campos “elíseos”, y otras al “cenagal” (lugares simbólicos de felicidad y
terror).
Los orientales prefirieron
la reencarnación o transmigración de las almas.
Su ley del “Karma”, está
conectada con la acumulación de méritos, los propios de cada biografía, más los
debidos de vidas anteriores.
Después de ser juzgado, se
regresa a un nuevo cuerpo humano o animal. La meta es llegar al “Nirvana”, con
el menor número de reencarnacione.
En el Budismo, el alma transmigra
a otros cuerpos, es el “Sansana”.
El “Sansana”, es una especie
de espera. La vida para los budistas, es una rueda que nos viene dada al nacer.
Los humanos somos herederos
de todas las épocas y llevamos en nosotros los “yoes” más antiguos.
El Taoísmo, predica la
“Vía”, ascetismo, ayuno, distancia emocional con el deseo y con las posesiones.
Según la filosofía oriental,
todas las cualidades del cuerpo, son el resultado de las transformaciones
transitorias de energías superiores e inferiores, que giran eternamente, hasta
que las atrae la materia, y se disuelven en lo absoluto. En el “no ser”.
Las religiones monoteístas,
creen en un solo dios verdadero, y sobre el más allá, tienen algunas
variaciones.
Para los judíos, la
pervivencia eterna pertenece a lo inefable. No puede ser expresado. Hay algo
prometido y reservado, pero permanece oculto.
En el Islam, al recién
fallecido se le susurra al oído las tres preguntas clave:
¿Quién es Dios? Ala
¿Cuál es tu religión? El Islam
¿Quién es el profeta? Mahoma
Y se le recita la primera
sura del Corán, seguidamente, su espíritu es conducido por el Angel Gabriel,
hasta el lugar del juicio.
La teología de los
cristianos se basa en la resurrección de las almas.
Las tres moradas del más
allá: Cielo, Infierno y Purgatorio (lugar de purificación), son recurrentes en
casi todas las religiones, pero con nombres diferentes.
Desde el punto de vista
cartográfico simbólico, el cielo está arriba, lugar de dicha y luz, El paraíso
es una variación. En persa significa, jardín cerrado.
El infierno, suele ser el
ámbito de abajo, en el “averno”. Arquetipo del interior de la tierra lleno de
fuego.
Salvación, condenación,
purificación, son ideas y fuerzas
instaladas en el subconsciente colectivo.
El juicio del alma también.
La separación entre buenos y malos, es como un instinto póstumo.
CONCLUSIÖN:
La ciencia guarda un
profundo silencio sobre el más allá. No sabe nada, ni tiene forma de saberlo.
El dualismo filosófico y
religioso, afirma que el hombre está constituido por dos tipos de realidades:
Cuerpo y Espíritu o Alma.
La muerte será el final del
cuerpo y la supervivencia del alma que tendrá acceso a la transcendencia.
En el “mohismo” (filosofía
materialista y atea), no existe el alma. Solo tenemos cuerpo y mente y el cerebro donde está incluida la
mente.
La mente lo dirige todo,
somos por así decirlo “psicorgánicos”. Después del último hálito de vida, las
funciones mente cerebro cesan.
Solo podemos aspirar a ser
diminutos átomos o romántico polvo de estrellas.
Psicológicamente, la
creencia en el más allá es un mecanismo de defensa de nuestro EGO, porque nos
parecen poco los años que vivimos.
Socialmente, esa creencia,
genera control y orden social y cierto poder de las castas sacerdotales.
Personalmente creo que la
vida terrenal ya es un fin en sí misma. No precisa de ninguna sanción o auxilio
de fuerzas sobrenaturales. Cuando el cuerpo muere es el fin del “yo”, corporal
y mental.
Lo óptimo es cultivar una
buena ética de comportamiento interiorizada y no creer de forma absoluta en
Libros Sagrados de Instrucciones, que persiguen que nuestras almas lleguen en
perfecto estado de revista, ante la justicia sobrenatural.
Es en la tierra donde
desarrollamos nuestra biografía. En la tierra sufrimos y gozamos. El azar, las
circunstancias y nuestras elecciones, deciden.
Es en el más “ACA” donde está
el enigma.
Pienso que la disolución en
la nada es la mejor solución, porque si el más allá existiera seria mortalmente
aburrido.
Podéis dejar vuestras opiniones y comentarios en el recuadro inferior
si así lo deseáis.
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