Todos
habréis leído o visto por televisión las declaraciones que se han hecho en el
llamado foro de Davos, sobre el futuro de la industrialización y el empleo de
robots en la producción industrial.
Según
ese informe, hasta el año 2020 la robotización de nuevos sectores de la
economía desplazará más de 7 millones de empleos en las 17 economías más
importantes del mundo.
A
cambio se crearán, apenas, 2 millones de nuevos trabajos Respecto a esas
declaraciones, es evidente que, han aparecido dos grupos de opiniones
diferentes.
Por
un lado la visión utópica del avance tecnológico con la incorporación de robots
cada vez más sofisticados y elaborados, por no decir inteligentes, que
facilitaran la vida al hombre, liberándolo de las cargas del trabajo pesado,
pudiendo dedicar su tiempo al cultivo personal.
Por
el otro lado la visión distópica del futuro, en el que se plantea un mundo controlado
por maquinas en el que solo una minoría privilegiada, disfrutaría de los bienes
y el resto estaría abocado a la miseria, al carecer de capacidad económica por
falta de trabajo e ingresos.
Para
situarnos y analizar estas dos situaciones extremas, podríamos comenzar por un
poco de historia.
El
hombre desde sus orígenes siempre ha procurado ingeniárselas para poder cumplir
de una manera más cómoda, el mandato divino de ganarse el pan sudando.
En
una ponencia anterior, ya presente, la evolución de la tecnología, en la
historia de la humanidad, desde la simple rueda hasta la actualidad.
Analicemos
esa evolución desde el punto de vista de revoluciones cambios sociales.
Hasta
que se produjo la revolución industrial, los avances tecnológicos, estaban
limitados a los campos de la agricultura, el transporte, la navegación y
militar.
La
industria estaba basada en sistemas artesanales, que en grupos gremiales,
satisfacían las necesidades de la población.
Como
supongo sabréis, la aparición de la máquina de vapor, trastoco ese equilibrio,
generando la llamada revolución industrial, que eliminó prácticamente el
sistema gremial, permitiendo la elaboración de productos a gran escala, con el
consiguiente trasvase de mano de obra del campo a las zonas industriales.
Dentro
de ese sistema la aparición del llamado “trabajo en cadena” o “cadenas de
montaje”, supuso otro hito importante.
El
primero en aplicar ese sistema fue Ford, en su fábrica de coches pero pronto se
aplicó a casi todos los productos.
Esto
supuso una mayor producción, con un número de operarios inferior, y sobretodo y
muy importante, con menos cualificación, al convertir el trabajo especializado
en trabajo repetitivo.
Si
hay que repetir, hasta el infinito, las mismas acciones. ¿Quién mejor que una
máquina, para hacerlo?
Ese
fue el paso siguiente, la mecanización, de esas operaciones, y la consecuente
disminución de mano de obra humana.
Pero,
las maquinas necesitan, supervisión, mantenimiento ajustes, y se produjo un
trasvase, a trabajos realizados por
personal especializado.
Pero,
la aparición de los micrordenadores, y su capacidad cada vez mayor de
autogestionarse, es lo que está amenazando con lo se llama la cuarta revolución
industrial, o la revolución de los robots.
En
principio habría que distinguir, entre lo que son robots físicos (no
necesariamente de forma humana, un cajero automático, sería el ejemplo), y los
robots de software, es decir aplicaciones que dentro de una maquina la
controlan.
Nos
hemos acostumbrado a los robots que fabrican coches, los pilotos automáticos,
los cajeros automáticos e incluso los robots teledirigidos que matan gente al
otro lado del mundo.
También
hay los robots semiautónomos que descienden a profundidades abisales para
filmar buques hundidos; y los brazos mecánicos diseñados para desmantelar
centrales nucleares soportando niveles de radiación desmesurados, los robots
bursátiles o las aspiradoras automatizadas que nos barren la casa. Y, excepto
en el caso del Dron militar, en principio no hay nada de malo. Se limitan a
facilitarnos la vida.
Los
robots autónomos llevan décadas reemplazando a seres humanos en ciertas tareas
sencillas, repetitivas y muy estructuradas, y sistemas teledirigidos cada vez
más complejos y capaces se van ocupando de las que son demasiado peligrosas o
demasiado caras para que las lleven a cabo personas.
Pero,
en la actualidad, la robotización está ya amenazando no sólo tareas simples,
repetitivas y estructuradas, fáciles de automatizar, sino otras en principio
consideradas demasiado complejas porque demandan cierto nivel de inteligencia.
Los
robots de software están haciendo grandes avances en el procesamiento por
ejemplo de documentos legales y jurídicos, lo cual podría permitir la
automatización de una gran cantidad de trabajo legal de bajo nivel.
El
sistema de transporte y logística está siendo extensamente remodelado por
empresas como Amazon, con máquinas reemplazando personas siempre que es posible
para abaratar costes. Los automóviles sin conductor de Google y de otras
empresas pueden dar el salto a conducir camiones en los próximos años.
En
San Francisco incluso han resucitado el concepto de los clásicos automat un restaurante sin camareros (aunque aún usa
cocineros).
También preocupa el impacto
que los robots puedan tener dentro de no demasiado tiempo en la industria de la
atención personal a enfermos o ancianos. Ya no parece haber sector a salvo.
Porque ahí está el quid de la cuestión: los auxiliares legales, camioneros, carniceros, cocineros o camareros que se queden sin empleo al ser reemplazados por máquinas que no cobran y jamás enferman ya no trabajarán, y por lo tanto no comprarán al no tener con qué hacerlo.
Esto
supone cinco millones de consumidores menos en las tiendas, los restaurantes y
los bares. Según el informe lo que hace falta es reconvertir a estos
trabajadores en otro tipo de profesionales ayudándoles a reemplazar sus ya
obsolescentes habilidades y conocimientos por aquellos que la industria echa de
menos, sobre todo diseñadores en el más amplio sentido del término: desde
arquitectos e ingenieros a programadores.
A
cambio millones de trabajadores perderán sus empleos reemplazados por robots de
lata o de software. Y dado que en el actual sistema económico tener un trabajo
y tener ingresos son uno y lo mismo esto supone que esos cinco millones de
ciudadanos se quedarán sin sueldo y por tanto dejarán también de ser
consumidores con el consiguiente impacto sobre la economía. Si la pérdida por
el lado de la producción se ve más que compensada por la mayor automatización
habrá que empezar a plantearse si conviene buscar cómo conseguir que quien no trabaja
pueda aportar valor por la vía del consumo, quizá mediante algún tipo de renta
básica garantizada.
Porque
si buena parte del trabajo en el fondo deja de ser necesario no es mala idea
que trabajen los robots, eso sí, siempre que en alguna parte haya compradores
para lo que fabrican.
Y
es aquí donde podríamos enlazar, con los partidarios de la visión utópica.
Esa
misma tecnología que quita empleos, fabrica también “exoesqueletos” que
permiten caminar a un tetrapléjico.
Ya
existe, se llama Atlas 2020, y ha sido
diseñado por científicos españoles
ATLAS
2020 es un complejo armazón de nueve kilos de peso compuesto por cables y
motores que se sirve de varios tipos de sensores (fuerza, presión, temperatura,...)
para poder descifrar las intenciones del portador y asistirle en los
movimientos que este desee hacer. Lo que en un principio puede parecer trivial,
se convierte en un reto tremendamente complicado cuando se tiene en cuenta el
equilibrio y la seguridad del paciente.
En
muchos de los casos, los pacientes que están controlando el exoesqueleto pueden
tener movimientos indeseados o espasmódicos. Para garantizar la seguridad del
portador, el robot debe darse cuenta de estos movimientos no deseados y
evitarlos. Se prevé que en un futuro este tipo de dispositivos puedan ser lo
suficientemente lúcidos como para mantener la estabilidad del paciente
incluso ante perturbaciones como tropiezos o caídas.
Estos
son productos destinados a mejorar la vida de las personas y que, gracias a la
inteligencia artificial, sabrán reaccionar a determinados estímulos, “aunque
queda mucho por hacer”.
“El impacto de los robots llevará a un cambio estructural en la sociedad", razona Xavier Busquets,
catedrático de marketing digital, unos empleos nacerán
y otros morirán en la nueva era.
Para
acabar, solamente incidir en que las maquinas podrán quitar o convertir en
obsoletos, el trabajo de muchas, personas, pero que la avaricia de algunos
empresarios, ha destruido más puestos de trabajo (además de vidas), que todos
los robots juntos.
Y
para no acabar tan serios, una pequeña anécdota:
Dos
amigos se encuentran por la calle y uno le dice al otro:
¿Sabes?,
me he comprado una muñeca hinchable, inteligente y de última generación.
Y el amigo le pregunta:
¿Y
qué tal?
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