“Saber perdonar”
Existe el perdón en el ámbito
jurídico,
El perdón de las deudas se
llama “condonación”
El perdón de penas concedido
por el estado se llama “indulto”.
Cada concepción, religiosa,
espiritual o filosófica tiene un concepto particular del perdón.
Según la Real Academia de la
Lengua:
Perdonar.
(Del lat. per y donāre,
dar).
1. tr. Dicho de quien ha sido perjudicado por ello:
Remitir la deuda, ofensa, falta, delito u otra cosa.
2. tr. Exceptuar
a alguien de lo que comúnmente se hace con todos, o eximirle de la obligación
que tiene.
Es decir “perdonar” y “perdón”,
provienen de la expresión latina “per” (por encima) y “donare” de donar o donación.
El perdón, no ha sido
considerado un objeto de estudio interesante para la psicología hasta hace
pocos años. En la última década han proliferado las investigaciones
internacionales centradas en la psicología del perdón, probablemente impulsadas
por el auge de la psicología positiva, que lo considera una de las fortalezas
humanas debido a sus efectos positivos sobre el bienestar y la felicidad humana.
Las razones de la desatención
histórica de la psicología del perdón son varias.
En primer lugar se ha
identificado el perdón como un tema religioso, que debe de ser identificado
solo desde la teología, la moral o la filosofía, o por aquellos que tienen
determinadas creencias religiosas.
Hay distintos conceptos de
perdón. Según Euright y Coyle, el perdón es el deseo de abandonar el derecho al
resentimiento, al juicio negativo y a la conducta indiferente hacia quien nos
ha herido injustificadamente, a la vez que se fomentan las cualidades de la compasión,
la generosidad, e incluso el amor hacia quien hemos ofendido, a veces sin
darnos cuenta.
Otra distinción es que a veces también existe el perdón hacia
uno mismo.
La palabra perdón esta sujeta
a la crítica filosófica. En términos simples el perdón solo puede ser
considerado por quien lo extiende y la persona objeto de este regalo.
En términos de familiaridad,
o amistad, en algunos contextos puede ser dado sin que el agraviado pida alguna
compensación, o algo a cambio, con o sin respuesta del ofensor, enterado o no
de tal acción.
El perdón pude ser pleno o
parcial. En el perdón pleno, el perdonante, “perdona y olvida”, es decir, no
solo decide no odiar al perdonado, sino que recupera la relación de confianza y
amos con él, como si la ofensa no hubiera tenido lugar.
En el perdón parcial, el
perdonante, decide no odiar al perdonado por la ofensa recibida, pero no se
recomponen totalmente las relaciones preexistentes, sería un perdón condicional.
Todas las religiones del
mundo han hablado de alguno u otra manera del perdón. Ninguna es ajena a este
aspecto del comportamiento íntimo del ser humano, tan básico para la convivencia.
Otra cosa es que para todas
ellas tenga el mismo significado, la misma importancia o la misma forma de
afrontarlo.
¿Qué es el perdón?, ¿quién
puede perdonar? y ¿porque es necesario perdonar?
“Perdonanza”, es una palabra
antigua que significaba indulgencia o tolerancia, el sufijo “anza”, significa
acción seria pues “Perdón en acción”.
Veinte siglos después de que
Cristo dijera: “No hagáis frente al mal con el mal”, esto revoluciono la
sociedad de su época, pero aun ahora seguimos preguntándonos quien perdona y
porque cuesta tanto perdonar.
Este no es solo un tema del
cristianismo, ya que todos los libros sagrados coinciden: el “Bhagavad Guita”
de los hindúes, el “Corán “de los musulmanes, el “Tao de Ching” de los
tibetanos, o sea que podemos decir que es un valor ético universal.
La definición del
diccionario, como ya hemos dicho antes, es: “perdonar es librar a alguien, de
una obligación o castigo”
El que perdona se siente
bien haciéndolo, pero debe ser completo e incondicional. Pero…. Perdonarlo todo
es imposible, por ejemplo: A una persona que le han matado a un ser querido, no
se le puede pedir que perdone, porque sería añadir dolor al dolor. Con el
tiempo, talvez pueda intentar entender lo sucedido.
¿Pensáis que perdonar es una
virtud?
Cuando nos relacionamos con
otras personas es inevitable sentirnos dañados o injustificadamente maltratados
en alguna ocasión. El daño puede ser físico, moral o simbólico, es decir nos
duele por lo que significa para nosotros, lo que otra persona ha hecho, no por
los efectos directos de su comportamiento.
En cualquier caso, una vez
percibido el daño, nuestro cerebro pone en marcha sus recursos para intentar
recuperar cierta sensación de control.
El primer paso que hacemos
es la búsqueda de explicaciones. Saber quién o qué es el causante de lo que ha
ocurrido, nos permitirá anticiparnos y prevenirnos en el futuro.
El resultado de este proceso
suele ser la culpa. Culpamos a quien consideramos culpable de nuestro dolor, y
con ello ponemos en marcha toda una gama de emociones negativas, que nos
acompañaran durante todo el proceso hasta que el dolor haya desaparecido, o al
menos hayamos recuperado el control sobre lo que lo causo.
Sin embargo, en ocasiones
estas emociones se cronifican, ocupando una porción más grande de nuestras
vidas de la que se merecen. Por alguna razón, consciente o no, el mecanismo ha
fallado y no hemos sido capaces de reconocer el momento de pasar página.
Pero, perdonar es ante todo
una decisión personal, nadie está obligado a perdonar, nadie puede obligarnos a
hacerlo, ni existe ningún código o ley universal. Perdonar es un derecho de
cada uno, no una obligación.
Hay veces que tenemos que exigir
disculpas a los demás, y en ocasiones darlas nosotros mismos. Pero, para
iniciar el debate: ¿Eres de las personas que no logran deshacerse del pasado,
no perdonan, no conocen la compasión, son duras ante la ofensa más mínima y se
aferran al resentimiento durante mucho tiempo, alimentando así sentimientos
negativos?
Si es así, estas atado a un
rencor que te paraliza.
Aunque en la vida somos
seres muy distintos, unos de otros. Yo pienso que nadie es totalmente malo, ni
totalmente bueno, todos reaccionamos ante el perdón de acuerdo a como hemos
estado programados mentalmente, a lo que hemos aprendido, nos han inculcado y/o,
a como somos.
Popularmente se dice: “Lo
que se queda dentro se pudre”. Es importante aprender a relativizar, y aprender
a concederle a cada suceso la importancia que merece. Hay personas que reaccionan
con exceso ante cosas pequeñas, cuando la mayoría de las cosas no son tan
importantes, como para no merecer el perdón. Seguramente si nos pusiéramos en
el lugar del otro, seguro que veríamos las cosas de otra manera.
El perdón es algo curioso: “Calienta
el corazón y enfría la picadura”
El perdón no viene fácil a la
mayoría de la gente, y cada vez que alguien nos lastima, quedamos con un
sentimiento de herida que alguien nos ha infringido.
Perdonar es básico para
alcanzar una vida plena, entender que somos nosotros quienes dejamos que nos
afecten las situaciones o las personas, es analizar las razones por las cuales
reaccionamos de determinado modo, o bien nos comportamos soberbios, irritados
con las demás personas en nuestro camino.
Perdonar a los demás es básico,
pero también es importante perdonarnos a nosotros mismos, eso ayuda a viajar más
livianos.
He leído un libro de Joel
Osteeu, en el cual varios capítulos son dedicados al perdón y he sacado algunas
reflexiones que comparto:
“Cuando perdonamos, no
estamos cambiando el pasado, pero si el futuro”
“No permitiré que nadie
degrade mis sentimientos, haciendo que le odie”
Todos de una u otra manera
cargamos con basuras emocionales, resentimientos, frustraciones, tristezas, rechazos,
temores, miedos y angustias.
¿Os han hecho algo malo
alguna vez? ¿Os han lastimado diciendo alguna cosa desagradable? ¿Deberíamos
tratar del mismo modo a quien nos ha herido? Si alguien que nos ha herido, pide
perdón ¿qué hacemos? ¿Perdonamos? Pero ¿Si sucede muchas veces, seguiremos perdonando?
En mi opinión, perdonar es bueno, pero solo cuando hayamos superado la ofensa,
todos tenemos derecho a una segunda oportunidad. Creo que cuando se perdona de
verdad, ni el recuerdo te lastima.
A veces pretendemos que las
personas, sean impecables, pero no somos capaces de serlo nosotros mismos.
Criticamos, juzgamos y condenamos a los otros, sin darnos cuenta de que todo
aquello que criticamos, son los mismos errores que, como seres humanos cometemos
nosotros mismos, de una manera u otra, sin excepción, ya que somos seres
emocionales, por lo tanto sentimos lo bueno y lo malo, eso es parte de la vida.
¿Quién determina que es lo
que es bueno y que es malo?
Para unos la sociedad, para
otros la religión, pero creo que lo bueno y lo malo son conceptos aprendidos,
son visiones minúsculas y subjetivas de la vida.
Uno de los temas, es el
perdón y el olvido. Es una cuestión que me parece cada vez, más importante, quizás
por la edad. Con relativa frecuencia se oye la expresión:” Perdono, pero no
olvido”, por el tono empleado suelo quedarme con la impresión de que la persona
que dice eso, no ha podido perdonar realmente, pues seguramente, el rencor
sigue allí enquistado. Olvidar no es un acto voluntario, perdonar, si lo es.
En ocasiones es necesario
comprender el dolor de las heridas para sugerir y acompañar el camino del perdón.
Hay personas que dicen muy rápidamente
“Te perdono” pero ¿Se ha perdonado realmente?
Cada persona según su
historia, el tiempo para alcanzar el perdón es diferente
La víctima y el verdugo, son
arquetipos que llevan siglos dentro de la conciencia colectiva de la humanidad,
son la herencia de nuestra raza humana.
Las experiencias de la vida,
felizmente, no se olvidan, porque son nuestros maestros, pero el perdón, seria
mentira, si nuestro recuerdo está cargado con la emoción que lo acompaña, sea
cual sea. Nuestro ciclo vital es un aprendizaje y la mayoría de las veces deberíamos
perdonar, sin olvidar la experiencia que nos dejó.
Pienso que es importante
vivir la vida lo mejor posible, sin guardar los agravios banales. Creo que es
bueno para nuestra salud mental.
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