Lo que cuesta de verdad la ropa
Ha hecho falta una tragedia con más de 600 muertos y el efecto multiplicador que las redes sociales dan actualmente a las noticias para que nos paremos a reflexionar y nos planteemos estas preguntas, aunque solo sea por unos días, o por unas semanas, que es lo que suele durarnos la conciencia social, más dependiente de imágenes frescas y grandes titulares que de las frías cifras.
El derrumbe en Bangladesh de un edificio que albergaba varias fábricas textiles en las que unas 3.000 personas habían sido obligadas a seguir trabajando, pese a que la policía había advertido un día antes de la existencia de grietas en las paredes, ha dado visibilidad a un problema que hunde sus raíces en los cimientos mismos del sistema de división internacional del trabajo en el que vivimos. Porque, en definitiva, esas fábricas, donde los empleados cumplen agotadoras jornadas de trabajo por salarios miserables, existen solo porque nosotros, con nuestra demanda, lo permitimos. El supuesto rostro humano con el que, cada vez menos, aliviamos las durezas del capitalismo salvaje en Occidente no es, en muchas partes del planeta, más que una ilusión.
En Bangladesh, la paga media de estos empleados son 38 euros mensuales, equivalentes a un salario mínimo que está entre los más bajos del mundo.
La ecuación es sencilla y no tiene ningún misterio. A las empresas de ropa (como a tantas otras en tantos otros sectores) les sale mucho más barato elaborar sus productos en países donde el gasto que supone pagar a los trabajadores es mínimo. En Bangladesh, por ejemplo, la paga media de estos empleados son 38 euros mensuales, equivalentes a un salario mínimo que está entre los más bajos del mundo. Ello permite a las firmas bajar los precios en los puntos de venta hasta niveles que, de tener que cargar con los costes de los salarios, los impuestos y las condiciones de seguridad laboral del primer mundo, no resultarían "competitivos".
La fórmula se completa con otros dos factores igualmente importantes: Por un lado, por muy bajos que sean los salarios que las empresas de ropa pagan en el tercer mundo, éstos suelen ser mayores que la media allí. En contextos donde además existe un desempleo endémico, siempre habrá personas dispuestas a trabajar. Por otro lado, los consumidores occidentales demandan, obviamente, ropa barata, y son muy pocos los que que, especialmente en estos tiempos de crisis, están dispuestos a pagar más o a mirar la etiqueta de una chaqueta antes de comprarla.
Al final, las empresas salen ganando, los consumidores del primer mundo salen ganando, y los trabajadores del tercer mundo salen también 'ganando', teniendo en cuenta que no tienen muchas opciones mejores de supervivencia. Hasta que se derrumba un edificio, mueren cientos de personas y entonces se hace evidente que algo no funciona.
Un dilema falso
El problema de fondo es asumir que el único modo de que haya ropa barata es que ésta se produzca en condiciones indignas. En una economía de mercado todo es relativo, y la última palabra la tiene siempre el consumidor, por más que su comportamiento esté condicionado por el bombardeo de la publicidad, las posibilidades que dan los sistemas de crédito o la caducidad programada de los bienes que adquiere.Bastaría, en principio, con no comprar ropa proveniente de países donde sabemos que las condiciones de trabajo son inhumanas, más propias del siglo XIX que del XXI. Sin embargo, la única alternativa parece ser comprar ropa más cara, y eso no resulta sencillo para tantas familias (cada vez más) a las que les cuesta un mundo no ya llegar a fin de mes, sino llegar incluso a la semana siguiente.
Una respuesta a este teórico dilema es ser conscientes de que el consumidor tiene voz además de dinero.
El coste laboral
Una camiseta fabricada en Bangladesh que se vende a 20 euros es de 1,5 céntimos
Según el sindicato internacional europeo IndustriALL, el coste laboral de una camiseta fabricada en Bangladesh que se vende a 20 euros es de 1,5 céntimos.
¿Por qué se derrumbó el edificio?
El origen del derrumbe parece hallarse en cuatro generadores situados en el techo del inmueble y en la maquinaria industrial.
Según explicó el funcionario del Ministerio del Interior de Bangladesh que dirige la investigación, el peso y las vibraciones de los generadores de electricidad crearon una gran presión sobre la estructura del edificio, ya de por sí en mal estado y debilitada por el uso prolongado de maquinaria pesada, que acabó cediendo. El edificio, además, tenía nueve plantas pese a contar con permiso solo para cinco, estaba diseñado para un uso comercial, y no industrial, y construido con materiales de "muy poca calidad".
¿Qué empresas tenían talleres en el inmueble?
Las compañías multinacionales Primark, El Corte Inglés, Bon Marché y Joe Fresh han confirmado que producían en alguna de las empresas locales implicadas en el siniestro. Otras, como Mango, habían hecho pedidos de prueba en los talleres.
Articulo publicado en" 20 Minutos" el 6 de mayo de 2013
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En la tertulia comenté que había un video en plan humorístico, pero muy doloroso sobre los contratos de esclavo que nos están imponiendo.
ResponderEliminarAquí tenéis el enlace por si alguien lo quiere ver
http://www.youtube.com/watch?v=QkdV-FjCepI
Saludos a todos
Blai