La imagen del famoso síndone
de Turín, creo que es la historia de la más controvertida de las reliquias.
Durante las cruzadas y los
años inmediatamente posteriores, los monjes mendicantes recorrían Europa
vendiendo objetos que según decían provenían de Tierra Santa, supuestas
reliquias procedentes de la iglesia primitiva.
Entre ellas figuraban, los
nudillos de San Pedro, las flechas que mataron a San Sebastián, retazos del manto de
la Virgen, migas resecas de la Ultima Cena, etc. etc.
Todo ello, convirtió a la
Iglesia Católica en el hazmerreír y proporciono argumentos a Lutero y Calvino.
Se dice que repartidas por
las iglesias de Italia, España y el sur de Francia, aún quedan las astillas de
la Cruz, como para formar un bosque bastante grande.
No es raro pues que la
Iglesia Católica se fuera mostrando desconfiada, si no hostil, ante estos
objetos, y a finales del siglo XIX, el Vaticano proclamo que ninguna reliquia “así
sea la más sagrada de la cristiandad”, podía ser considerada autentica.
Este escueto edicto fue promulgado
para contrarrestar la extraordinaria afirmación, por parte de un científico y gnóstico
francés, de que un pedazo de tela conocido como “Santo Sudario de Turín”, era
el genuino sudario de Cristo.
La reputación del doctor
Ives Delage, era tal que la ciencia se hizo cargo del tema, donde lo abandono
la superstición, y durante los últimos 80 años, se han venido realizando
intentos para descubrir el misterio del lienzo, culminando con el “Proyecto de
Investigación del Sudario o Síndone”, en octubre de 1978.
Durante cinco días, la tela sufrió
una serie de pruebas exhaustivas, en las que unos 40 reputados científicos utilizaron
instrumentos propios de la era espacial. Y aunque no se ha publicado un resumen
completo de su trabajo, es evidente que el proyecto ha respondido ya a muchas
preguntas y ha planteado otras aún más sorprendentes.
La síndone, es un lienzo
rectangular de 4 metros de largo por uno de ancho. En su superficie puede
apreciarse la impresión amarillento parduzca de un cuerpo humano con barba.
Unas manchas oscuras, que se consideran de sangre, se superponen a la figura,
sobre todo en la cabeza, las muñecas, los pies y el costado izquierdo.
En la tela aparecen imágenes
de la parte anterior y posterior del cuerpo articuladas, por así decirlo en la
coronilla.
La primera mención del
sudario tuvo lugar en 1203, cuando el cronista Robert de Clari, escribió que el
año precedente, durante el saqueo de Constantinopla, por los caballeros
cristianos, en la cuarta cruzada, había visto una síndone que llevaba “la
figura de Nuestro Señor”. Desgraciadamente, decía, que había desaparecido
durante el tumulto.
Unos 150 años después apareció
la primera mención fidedigna del actual sudario de Turín y todo parece indicar
que se trataba del que había visto Robert de Clari.
La tela estaba en posesión
de un caballero con pocos escrúpulos, llamado Ceoffrey de Charney, la fama de
la reliquia era tal, que su propietario decidió exhibirla por dinero, actitud
que produjo numerosos celos en la vecindad, ya que en aquella época las
reliquias populares escaseaban y los ingresos que podían significar eran
considerables.
Bien por celos o por motivos
honorables, el obispo de Troyes se quejó al papa Clemente XII de Aviñón, del
negocio de Charney, y su versión contribuyo al punto de partida de la
acusación que se ha hecho con más
frecuencia al sudario, que era una falsificación, una obra astutamente pintada.
Al parecer el papa Clemente debió de encontrar algo endeble en la argumentación
del obispo y decidió que el sudario podía ser exhibido como objeto de devoción
aunque no fuera autentico.
Durante más de 60 años, el
sudario sigue atrayendo peregrinos, hasta que en 1543, Marguerite de Charney,
lo cedió o quizás lo vendió a Luis I, Duque de Saboya.
Los Carney, habían expuesto
la reliquia en un simple marco, pero su nuevo propietario, lo enmarco en un
relicario de palta y construyo un santuario especial, la “Sante Chapelle de
Chambery”, en la capital del ducado.
En 1532, se produjo un
incendio en la capilla, el calor fundió el relicario, y unas gotas de metal
licuado produjeron quemaduras en la tela, que fue rápidamente mojada, para
evitar que ardiera. Las quemaduras más importantes fueron hábilmente remendadas,
y tanto las zonas chamuscadas como las manchas de agua fueron muy útiles en la
investigación de 1978.
En 1578, el sudario hizo su último
viaje a través de los Alpes, en dirección al Piamonte, porque el duque de
Saboya de la época había establecido su capital en Turín.
La tela fue instalada en la
catedral, cerca de los apartamentos reales, y allí ha permanecido desde entonces,
salvo un pequeño periodo durante la última guerra que fue trasladada a una cámara
acorazada. Ahora es propiedad del ex rey Humberto de Saboya, pero la síndone
está al cuidado del arzobispo de la catedral de Turín.
El pintor Alberto Durero, la
examino a principios del siglo XVI en la Sainte Chapelle, y quedo
desconcertado. Intento dibujarla varias veces, pero no pudo, aunque las
proporciones anatómicas eran correctas.
En 1888, el sudario reveló
su primer extraño secreto. Durante aquel año, fue sacado de la urna, para ser
exhibido, excepcionalmente, al público, y un fotógrafo de Turín, recibió el
encargo de sacarle unas fotografías. Cuando reveló las placas, lo que apareció,
no fue la extraña y borrosa figura del sudario, sino los rasgos perfectamente definidos
de un hombre, el mismo sudario era un negativo fotográfico.
El doctor Ives Delage,
reputado médico, se propuso descubrir cómo se había formado la imagen tantos
siglos antes de la invención de la fotografía. Durante tres años, dicho doctor,
y un brillante biólogo llamado Paul Josehp Vignon, estudiaron la imagen e
intentaron reproducirla. Contrataron artistas para que copiaran la imagen
usando pigmentos medievales, ya que suponían que la pintura podía haberse
desvanecido, de forma que las zonas más oscuras, se hubieran vuelto las más
brillantes formando así la imagen negativa. Pero ninguno de los experimentos tuvo
éxito.
El lienzo pertenece a un
tipo de tejido, elaborado en Palestina hasta el siglo V. Las ejecuciones por crucifixión,
fueron prohibidas por los romanos en el siglo IV, de modo que el hombre del
sudario, habría sido crucificado en Palestina antes de esa fecha.
Según la tradición bíblica,
el cuerpo había sido ungido, pero no lavado. Durante aquella época, los ungüentos
funerarios eran la mirra y el aloe.
El Dr. Vignon sabía que el
sudor de un cuerpo muerto produce urea que al descomponerse, despide vapores de
amoniaco, así que experimento con dicho producto logrando producir manchas
parduzcas, parecidas a las del sudario.
Para él fue la respuesta al
enigma, por un lado, señalo, existía el relato bíblico de un hombre que había sido
crucificado, de forma poco habitual: además de ser clavado en la cruz, había sido
azotado, coronado de espinas y finalmente atravesado por una lanza. Por otra
parte, allí estaba un trozo de lienzo, probablemente originario de Palestina,
que representaba a un hombre que había padecido exactamente la misma clase de
tortura y muerte.
La Academia de ciencias de
París, rechazo los hallazgos de Delage, quien estaba convencido de que la síndone,
era el verdadero sudario de Cristo, pero el tema quedo en suspenso durante 30
años.
Más tarde el Dr. Barbet, provoco un renovado interés de los hombres de
ciencia por este enigma, y prestigiosos sindologos solicitaron un examen científico
más exhaustivo. Fecharla adecuadamente era una de las tareas prioritarias, y la
mejor forma era el proceso del Carbono 14.
El Dr. Frei, recogió partículas
de polvo, para que fueran analizadas en laboratorio, encontrando 48 tipos de
polen distintos. La identificación de granos de polen, que sobreviven casi
indefinidamente, aún en las condiciones menos favorables, es un procedimiento
de la actual ciencia forense, la mayor parte de los granos provenían de Francia
y del norte de Italia, pero siete tipos resultaron pertenece a plantas halófilas que suelen encontrarse en
los alrededores del Mar Muerto y en otras zonas de Palestina. El descubrimiento
es interesante, pero no es una prueba definitiva del origen del sudario, ya que
el polen es trasladado a largas distancias por el viento y podía haber sido transmitido
por las ropas de los viajeros.
También, el tipo de hilo utilizado
en la tela era de algodón cultivado en Oriente Medio, tejido en un estilo de
trama cruzada, método mucha más caro comparado con el de trama lisa.
En resumen, ha sido
investigado por científicos de todo el mundo, de distintas disciplinas, incluso
por representantes de la “Nuclear Technology Corporation” de Estados Unidos. Los
resultados no han sido aún publicados en un 100%, pero a pesar de la coincidencia
de opiniones, el misterio del sudario sigue tan impenetrable como siempre.
Hay muchísimos más datos científicos,
pero me he ceñido a los más importantes.
Para finalizar, comentare
escuetamente, que en 1997, sufrió otro incendio, posiblemente provocado, pero
un bombero fue capaz de sacarlo de su mostrador y prevenir desgracias mayores,
tras atravesar con un martillo las capas de cristal que lo protegían.
La Santa Sede restauro el
sudario en el 2002. Las últimas exhibiciones públicas del sudario fueron
durante el jubileo del año 2000 y durante las celebraciones del bicentenario
del nacimiento de Don Bosco en 2015
El Papa Benedicto XVI,
autorizo una exposición, que se realizó en 2010 entre el 10 de abril y el 23 de mayo.
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