La amabilidad, el mejor secreto
El término amabilidad tiene su origen en el latín, concretamente toma como punto de partida el verbo “amare”, que es sinónimo de amar, y el sufijo “idad”, que es equivalente a cualidad. Una persona amable es aquella que por su actitud afable, complaciente y afectuosa es digna de ser amada. La amabilidad es siempre un claro exponente de madurez y de grandeza de espíritu, dado su carácter universal, integrador y de cálido acercamiento.
La verdadera es la que surge de los sentimientos, la “otra” amabilidad, que se crea a partir de una obligación, tiene que ver con las formalidades y normas de conducta. Ésta solo sirve para seguir la corriente de lo que es socialmente aceptado.
Tenemos que subrayar el hecho de que la verdadera amabilidad es aquella que nace de manera espontánea, natural y sin ningún tipo de interés o de intención de conseguir algo.Todo ello sin olvidar que cuando se produce esa amabilidad libre, universal y que ejerce como valor es cuando se puede decir que el individuo que la lleva a cabo es una persona absolutamente madura.
La amabilidad puede definirse como un comportamiento o acto que resulta caritativo, solidario o afectuoso con otras personas. Por eso engloba diversas actitudes, como la simpatía, la generosidad, la compasión y el altruismo.
La simpatía (del latín simpathĭa, “comunidad de sentimientos”) es una inclinación afectiva que muestra una persona. La palabra hace referencia a un carácter y a un modo de ser específico que resulta agradable para los demás. La simpatía forma parte de la amabilidad: un sujeto simpático suele ser amable (digno de ser amado).
La generosidad, por otra parte, está vinculada al hábito de dar, donar o regalar. Una persona generosa no es egoísta, sino que quiere ayudar al prójimo para que éste se sienta mejor. La generosidad aparece así relacionada a la empatía, que es la capacidad de identificarse afectiva y emocionalmente con el estado de ánimo del otro. La amabilidad, por lo tanto, también incluye a la generosidad.
Altruismo, solidaridad y respeto son otros de los valores que hacen que una persona sea considerada amable. Por el contrario, un individuo egoísta, agresivo, violento o indiferente está lejos de ser amable.
Simpatía, generosidad, empatía y comprensión. Mezclar bien estos
ingredientes y servir con amor. ¿El resultado?. Amabilidad para afrontar el día, la
noche y la vida misma.
En un momento
crucial como el que estamos viviendo, con la incertidumbre a la vuelta de cada esquina, el miedo
como cómplice de noches de insomnio y mercados y políticos empeñados en
ensombrecer el futuro, numerosos expertos han dado un paso adelante para reivindicar la amabilidad como uno de los
valores que nos ayudarán a reestructurar el presente y a afrontar el futuro con
garantías.
Así, la amabilidad acaba creando sociedades más
unidas, respetuosas y solidarias, enérgicas frente a la adversidad y capaces de
gestionar las dificultades.
“La auténtica amabilidad es un rasgo de fortaleza y
no debe confundirse con la sumisión o el deseo de complacer en contra de
nuestros deseos o intereses, o incluso de nuestro propio bienestar, está muy
relacionada con el respeto hacia el otro, de modo que la persona amable
permanece libre de prejuicios, expectativas y creencias hacia las personas.
También con la generosidad, la simpatía y la empatía”, añade García
Larrauri, que lleva estudiando desde 1998 las prácticas que
contribuyen a mejorar nuestro bienestar psicológico personal.
Una persona amable es querida y
respetada porque la amabilidad es un sentimiento que solamente se manifiesta en
ciertas actitudes, en cualquier momento, surge de manera espontánea. La
amabilidad no se fuerza, pues perdería su naturalidad dejando de ser amabilidad
para convertirse en algo
fingido.
En el 2003 se
hizo público un estudio que permitió a los expertos valorar la influencia de
las emociones positivas –la amabilidad, entre ellas– en nuestra salud. Más de
300 voluntarios entre 18 y 54 años participaron en él. Como primer paso del
experimento se evaluó de cada uno de ellos su
tendencia a expresar emociones positivas. Después, se les administró el virus
del resfriado común. Los investigadores concluyeron que aquellas personas con un estilo emocional positivo tenían un riesgo menor
de contraer el catarro. Especialistas de la Universidad de Texas también
han establecido que las emociones positivas mejoran nuestra tensión arterial.
La amabilidad
es la aliada perfecta para soportar el dolor o atenuar la ansiedad, porque
nuestro estado de ánimo y nuestra actitud mejoran. Y eso provoca en el
organismo un flujo mayor de endorfinas. Como cuando hacemos deporte, escuchamos
buena música, vemos una buena película o practicamos buen sexo, al ser amables
las endorfinas corretean por nuestro organismo proporcionándonos placer y
conectándonos con un bienestar no solo psicológico, también físico. Y engancha,
dicen los expertos, como una droga. “Ayudar a los demás funciona como los narcóticos,
pero sin secuelas”, describe el oncólogo Stefan Einhorn. Asimismo, la
emisión constante de endorfinas que conlleva ser amable disminuye la sensación
de dolor, porque su principal efecto se centra en elevar el umbral de este.
Hacen que tenga que ser cada vez más intenso para notarlo, porque a mayor nivel
de endorfinas, menor sensación de dolor. Para resistir los embates de
determinadas enfermedades en nuestro cuerpo y en nuestro espíritu, y los
efectos secundarios de sus dolorosos tratamientos, la amabilidad asoma,
entonces, como un socio inmejorable. Aunque no podemos olvidar, apuntan numerosos
especialistas, que su abanico de influencia es amplio y abarca numerosos
campos. Condicionados por el efecto
positivo de las endorfinas que producimos al ser amables, mejora nuestra
memoria, se regula el apetito, disminuye la irritabilidad e, incluso, puede
resultarnos más fácil abandonar adicciones como el consumo de tabaco y de
alcohol. Sin que nos cueste un euro, poner en práctica la amabilidad, la
auténtica y genuina, supone un gran avance en cuanto a medicina preventiva se
refiere. Es un valor seguro que no está expuesto a los vaivenes de los mercados
y que con la crisis no debe recortarse. Muy al contrario, si la derrochamos,
como reclaman los expertos, redundará en nuestro beneficio, en nuestra salud, y
en el del sistema sanitario.
Gracias a la psicología
positiva empieza a pertenecer al pasado la creencia de que una persona amable
en el trabajo es una persona
denostada, tachada de débil por sus compañeros y casi objeto de mofa. Una persona amable es admirada, querida y
respetada. Es un tesoro para quienes la rodean y
una fuente segura de beneficio para su empresa. Un estudio entre 272
ejecutivos concluía que las personas con más emociones positivas eran
consideradas más productivas y tenían mejores sueldos. Muchas escuelas de
directivos han empezado a entenderlo y aplican enseñanzas en este sentido. No
es mejor jefe quien impone el temor o mejor empleado quien se instala en la sumisión. El mejor
siempre es, como describen los expertos, el que ha trabajado un espíritu positivo,
porque convierte a los individuos en un equipo, porque es resolutivo, rápido y
seguro, porque ha logrado prepararse para los tiempos
difíciles, porque respeta a los demás y es respetado, porque ni se le teme, ni
se le menosprecia, porque da amabilidad y la recibe de los demás. Su
generosidad hace que se multipliquen el rendimiento y la implicación con el proyecto.
La psicóloga
Begoña García Larrauri advierte, sin embargo, “que la amabilidad
también puede ser perjudicial si al practicarla se adopta una actitud de
superioridad, o si se actúa con condescendencia, como tratando de modo infantil
a la persona a la que prestas tu ayuda”.
Ser amables
contribuye a mejorar nuestra salud y nuestras perspectivas laborales, pero
también esconde uno de los secretos de la seducción. Hace
poco más de dos años, la encuesta de un portal
de internet destinado a encontrar pareja concluía que las personas amables
tienen más posibilidades de dar con su media naranja. ¿El secreto?. La amabilidad hace de nosotros personas
populares, apreciadas, integradas en el grupo y arropadas por él. A su
vez, sentirnos así aumenta la confianza en nosotros mismos y nos hace más
atractivos. A ojos de los demás, está
demostrado que una persona amable es hermosa. Cuando las mujeres
confiesan en amplia mayoría que prefieren a los hombres caballerosos, solo
hacen referencia a que, para compartir la vida,
desean a un hombre generoso, respetuoso, simpático, comprensivo, que sea capaz de
ponerse en su lugar y que no tema expresar sus sentimientos. Un hombre, en
definitiva, amable. Y es que reputados sexólogos han hecho caer el mito de que
ellas los prefieren canallas. Como ellos. Porque cuando los hombres afirman
desear mujeres que los hagan reír, capaces de darlo todo, espléndidas en la
vida y en la cama, no hacen más que describir los ingredientes del cóctel que
nos endulza la vida y la hace más cálida, especialmente en tiempos difíciles:
el de la amabilidad.
En el 2008, el
estudio Best Tourist, elaborado por una importante agencia de viajes a nivel
mundial, establecía que España es un país repleto de personas amables.
Algo que
corrobora también una encuesta realizada por Reader’s Digest: somos amables,
cordiales, y estamos dispuestos a ayudar al prójimo, sobre todo los más
jóvenes. La amabilidad de los menores de 40 años es la novena mejor valorada el
mundo. Además, el 87% de los emigrantes que residen en nuestro país afirma que
los españoles los tratan con amabilidad, según el Barómetro de Inmigración 2009
de la Comunidad de Madrid. Sin embargo, la crisis parece estar minando esa
legendaria gentileza a la
española. El pasado año, una encuesta de los responsables del
turismo alemán ponía de manifiesto que nuestra proverbial amabilidad ya no es
lo que era. La recesión, el paro, la incertidumbre, la montaña rusa bursátil y
los caprichos de ese mercado que parece regir nuestros destinos, la está
erosionando. Ante ello, redescubrirla puede ser, según los expertos, tanto o
más eficaz para combatir la crisis
como la reforma laboral o los recortes
presupuestarios, porque las emociones positivas “no son un lujo trivial, sino una necesidad crucial para un desarrollo
óptimo”.
"La amabilidad vuelve con una sonrisa al lugar desde que ha partido".
Con palabras
agradables y un poco de amabilidad se puede arrastrar a un
elefante de un cabello.
Trata a los
demás con el mismo respeto y cariño con el que te gustaría que te trataran.
Y como resumen, y aunque suene como
frase hecha, el ser amable nos abrirá muchas puertas, e independientemente de
la utilidad que pudiera tener en nuestras labores y quehaceres cotidianos, ser
amable nos permite un mejor acercamiento y bajar las defensas en nuestro trato
con los demás. Es dejar atrás la ley del más fuerte y apostar
por un día a día más afable y generoso.
Podéis dejar vuestros comentarios y opiniones en el recuadro inferior si así lo deseáis
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