El día 27 de mayo, en la tertulia de temas libres, Olga leyó este relato.
En la entrada al blog correspondiente del día de la tertulia, colgué un pequeño resumen, con la indicación de que en cuanto tuviera el relato lo colgaría del blog.
He recibido el relato y aquí lo tenéis.
Como siempre podéis dejar libremente vuestras opiniones en el cajetín del final
EL ÁRBOL DE HOJAS BLANCAS
Este
pequeño relato que escribo no puedo asegurar que sea cierto, me lo contaron
hace mucho tiempo. Yo desearía que fuera verdadero por su contenido lleno de
amor y esperanza.
En un pueblo del Maresme ( de cuyo nombre no
puedo acordarme ) donde tienen una playa muy cuidada por su belleza, conservan
todavía algunas casas de una sola planta a pie de playa que solo las separa de
la arena las vías del ferrocarril que cruza el pueblo. Tan cerca están que
desde el tren las disfrutas con todo detalle; normalmente tienen en la parte
delantera de la casa pequeños jardines los cuales sus dueños embellecen con
plantas vistosas y arboles. Relato esto porque el árbol es primordial para esta
historia.
Una de estas casas queda a escasos metros de
la estación, en ella vivía un matrimonio y sus cinco hijos. Su vida transcurría normalmente, hasta que un
día la madre fue a buscar un anillo a su joyero y éste estaba vacío. El revuelo fue grande como era de esperar, no
sabían que pensar, la casa no se había quedado nunca sola, ¿Quien les podía
haber robado? Pronto se supo, uno de
sus hijos no volvió a casa. Había dejado
una nota en la que explicaba que su vida actual era una pesadilla y se marchaba
para vivir la que él quería.
Pasaron cuatro años sin saber de él, ni
bueno ni malo. Un día cuando menos lo esperaban llego a sus vidas una cajita de
correos del hijo que se había marchado, la alegría fue enorme, por lo menos
sabían que estaba vivo. En la cajita había un pañuelo blanco y una nota en la
que decía: “ Mañana cogeré un tren hacia el pueblo, si me perdonáis y me queréis,
atad el pañuelo a una rama del árbol de
nuestro jardín y yo bajaré del tren, si no veo ningún pañuelo seguiré mi
camino. Al día siguiente cuando el hijo
llegaba a la estación vio el árbol del que dependía su camino a tomar, en
el no estaba su pañuelo solo, había
cientos!!, todo el árbol lleno de
pañuelos blancos, no quedaba ni una sola rama sin pañuelo. Cuanto perdón y amor había en aquel árbol……
Seguramente en otras casas no tendremos un
árbol para escenificar nuestro amor y perdón, pero seguro que sabremos como
hacerlo.
Bien, hasta aquí mi relato, espero que os
haya gustado.
Un beso, compañeros.
Olga
Alvaro
14 de
marzo 2011
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