jueves, 14 de junio de 2012

OLGA ALVARO-EL ÁRBOL DE HOJAS BLANCAS


 El día 27 de mayo, en la tertulia de temas libres, Olga leyó este relato.
En la entrada al blog correspondiente del día de la tertulia, colgué un pequeño resumen, con la indicación de que en cuanto tuviera el relato lo colgaría del blog.
He recibido el relato y aquí lo tenéis.
Como siempre podéis dejar libremente vuestras opiniones en el cajetín del final

EL ÁRBOL DE HOJAS BLANCAS
Este pequeño relato que escribo no puedo asegurar que sea cierto, me lo contaron hace mucho tiempo. Yo desearía que fuera verdadero por su contenido lleno de amor y esperanza.
   En un pueblo del Maresme ( de cuyo nombre no puedo acordarme ) donde tienen una playa muy cuidada por su belleza, conservan todavía algunas casas de una sola planta a pie de playa que solo las separa de la arena las vías del ferrocarril que cruza el pueblo. Tan cerca están que desde el tren las disfrutas con todo detalle; normalmente tienen en la parte delantera de la casa pequeños jardines los cuales sus dueños embellecen con plantas vistosas y arboles. Relato esto porque el árbol es primordial para esta historia.
   Una de estas casas queda a escasos metros de la estación, en ella vivía un matrimonio y sus cinco hijos.  Su vida transcurría normalmente, hasta que un día la madre fue a buscar un anillo a su joyero y éste estaba vacío.  El revuelo fue grande como era de esperar, no sabían que pensar, la casa no se había quedado nunca sola, ¿Quien les podía haber robado?   Pronto se supo, uno de sus hijos no volvió a casa.  Había dejado una nota en la que explicaba que su vida actual era una pesadilla y se marchaba para vivir la que él quería.
   Pasaron cuatro años sin saber de él, ni bueno ni malo. Un día cuando menos lo esperaban llego a sus vidas una cajita de correos del hijo que se había marchado, la alegría fue enorme, por lo menos sabían que estaba vivo. En la cajita había un pañuelo blanco y una nota en la que decía: “ Mañana cogeré un tren hacia el pueblo, si me perdonáis y me queréis, atad el pañuelo a una rama del  árbol de nuestro jardín y yo bajaré del tren, si no veo ningún pañuelo seguiré mi camino.  Al día siguiente cuando el hijo llegaba a la estación vio el árbol del que dependía su camino a tomar, en el  no estaba su pañuelo solo, había cientos!!,  todo el árbol lleno de pañuelos blancos, no quedaba ni una sola rama sin pañuelo.  Cuanto perdón y amor había en aquel árbol……
   Seguramente en otras casas no tendremos un árbol para escenificar nuestro amor y perdón, pero seguro que sabremos como hacerlo.
   Bien, hasta aquí mi relato, espero que os haya gustado.
  Un beso, compañeros.
Olga Alvaro
14 de marzo 2011

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