OBEDECER Y
DESOBEDECER.
Desde el inicio de la historia, los grupos
humanos, ya intuyeron que para su propia supervivencia, necesitaban un mínimo
de organización. Los roles jerárquicos, surgieron de forma espontanea, o por la
fuerza. Se trataba de conseguir objetivos personales y sociales.
Los que mandaban, y mandan, siempre han sido
minorías, y los obedientes, mayoría.
Los tabúes, y prohibiciones, lo que no se
debe tocar, lo que no se debe hacer, y hasta lo que no se debe pensar, han sido
constantes.
Todas las culturas y religiones, han creado
relatos fantásticos llenos de amenazas apocalípticas, si se transgredían los
tabúes.
Hoy, algunas de estas prohibiciones nos
parecen bastante irracionales y acientíficas. Pero eran el fruto de creencias
en algo que superaba la mente humana.
Los de nuestra especie somos tan
imaginativos, que nos creemos nuestros propios cuentos, y después hay que
desmontarlos.
Como dato a nuestro favor, está la actitud
curiosa, queremos saber, averiguar, que existe más allá de lo prohibido, sea a
nivel de placer o de conocimiento, y además deseamos la libertad, y no estar
sujetos al amo.
Y esto es lo que hicieron, según el relato
primigenio, Adán y principalmente Eva. La única prohibición que se les impuso,
la transgredieron, comieron del “Árbol del bien y del mal”, que al parecer era
un manzano.
Suponemos que en el bucólico paraíso
terrenal, tenían sus ratos de aburrimiento y decidieron tener nuevas
experiencias, y por esta causa fueron condenados a vivir la realidad de la
vida.
En todas las mitologías, las obediencias y
desobediencias se suceden.
Las alegorías, del control y orden social,
que quieren evitar el caos, los códigos, reglamentos, normas implícitas y
explicitas, dirigen conductas, estructuran sociedades en diversas jerarquías,
en donde unos mandan y otros obedecen.
Desde la infancia nos socializan, para
interiorizar ciertos grados de disciplina, que la obediencia cree habito y sentido de la responsabilidad.
Las transgresiones a la norma, se esperan,
los castigos son las amenazas, que no siempre las frenan.
Los anarquistas más puros, postulan una
sociedad, sin dios, ni estado ni patrón. Todo auto gestionándonos según nuestra
conciencia. Alegan que no se han de crear razones para obedecer a otros y así
no tener que rebelarse.
Es como toda utopía, impracticable, todas las
sociedades necesitan unificar, homogeneizar criterios.
En las democracias existen grados de
flexibilidad.
En las dictaduras, impera el miedo. Se
obedece a regañadientes o porque no se conoce otra cosa. El dictador se encarga
de censurar y cerrar canales de conocimiento e información. No interesa que el
pueblo reflexione sobre otras formas de vivir, de creer o de pensar.
La obediencia ciega de las multitudes ha sido
causa de múltiples males.
Desde lo personal, cada uno tenemos nuestro
perfil de docilidad, conformismo o rebeldía. Lo ideal es el término medio. La
bravuconería del que dice y hace “porque le da la gana”, puede ser una
temeridad o una gilipollez. Al que va así por la vida se le considera un
inadaptado.
Las personas desobedecen la norma de una
manera puntual, piensan que no les van a pillar. Todos sabemos, que cuando el
control se afloja, muchos se saltan los códigos de convivencia.
Hay desobediencias, no obstante, que las
podemos considerar como heroicas, fruto de la coherencia interna del que así
actúa, desobedece una ley que se considera injusta.
Este fue el caso de los movimientos
pacifistas, previos a la 1ª Guerra Mundial. Muchos jóvenes se declararon
insumisos a la ley de alistamiento general y consideraron como antipatriotas,
fueron encarcelados y algunos fusilados.
En España, la insumisión al “Servicio de
Armas” también tuvo un largo recorrido. Finalmente, la ley de “servicio
Militar”, obligatorio fue derogada. El contexto militar, ya no necesitaba
tropa, sino profesionales, esta circunstancia lo facilitó.
Los soldados siempre han sido carne de cañón,
en un cuerpo con mandos muy jerarquizados verticalmente. Mataban o morían
obedeciendo. La deserción, era castigada
con la muerte.
Otro caso que sentó jurisprudencia, fue la
desobediencia de la Sra. Parks, negra norteamericana, que oponiéndose a la ley
“Iguales, pero separados”, se sentó en los asientos reservados a los blancos.
Otros negros la imitaron. Al final el Tribunal Supremo, declaro contra derecho
la ley promulgada.
Gandy, como no, fue internacionalmente
conocido por su discurso de no violencia, acompañado de desobediencia civil,
puntual.
El objetivo era la independencia de la India,
del Imperio Británico, con el mínimo derramamiento de sangre, pudo manejar la
cuestión mediática, con su carisma y autoridad moral.
Algunos líderes catalanes han planteado a la
ciudadanía la desobediencia civil, para conseguir determinados objetivos. Se
nos ha hecho ya familiar la palabra “secesión”, que viene del verbo latino secessio,
-ōnis, sus sinónimos son dividir,
cortar algo que antes estaba unido.
Secesionismo seria un derivado, se pretende crear un nuevo estado, con la
fracción dividida, con todas sus atribuciones y responsabilidades.
La desobediencia a las leyes del estado
central, para los secesionistas más radicales, es una cuestión de principios,
de sentimientos y de intereses que han formado un sustrato de rechazo a la
unidad general.
En una democracia, la fuerza de los votos, es
importante, pero también inquietante. En el hipotético caso de que se
consiguiera cortar, en el futuro, ¿aceptarían la desobediencia civil de sus
opositores?
CONCLUSIÓN:
Según Sócrates (que tuvo que tomar cicuta,
por desobedecer las leyes de tenas), la desobediencia de la ley solo se
justifica, si el infractor, está dispuesto a sufrir el correspondiente castigo
y si es político, la inhabilitación.
La desobediencia civil, se puede usar como
táctica. El estado constituido, siempre es renuente a reformas y derogaciones.
Desobedecer, no es solo estar en contra o querer algo, que se supone bueno para
el grupo, se ha de ofrecer a la opinión general argumentos sólidos. La desobediencia
civil es una manifestación extrema, no hace enmienda a la totalidad, sino a la
ley en particular.
La considera subversiva y abre la puerta a
una confrontación abierta con el adversario.
Aquí en Cataluña, descartando la violencia,
es una cuestión de dialéctica y negociación entre las fuerzas predominantes.
A nivel general, no se nos premia por nuestro
cumplimiento de los códigos, y la sanción ha de ser proporcional.
La parte constructiva de la obediencia, es
que nos proporciona esquemas de comportamiento.
Mandar sin autoritarismo
Sin servilismo obedecer
Desconfiar de la autoridad si es
preciso
No idolatrarla
Tampoco es bueno exagerar, decía Montesquieu,
filósofo ilustrado: “Hasta la virtud necesita límites”
Si consideramos que una ley es injusta u
obsoleta, si desde la ética luchamos con fuerza para cambiarla, al final, los
tribunales nos darán la razón.
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