-Ponencia de
Teresa Campos – 05.12.15
Elmyr de Hory, nacido
'Hoffmann Elemér' en Hungría (* Budapest,11
de Abril de 1906
– Ibiza,
11 de diciembre
de 1976) Elmyr de Hory no fue el único
seudónimo que usó: también se hizo llamar Dory-Boutin, Elmyr von Houry, Herzog,
L. E. Raynal, Louis Nassau ... y algunos otros nombres que utilizó para no
dejar huellas. Fue un famoso pintor y falsificador
que durante su vida vendió más de 1.000 falsificaciones de cuadros. Por
casualidad, una de sus pinturas fue vendida en París como un Picasso: y Elmyr
de Hory encontró el filón. Sus
falsificaciones ganaron fama después de que Clifford Irving le dedicase un libro, y
posteriormente apareciese en el documental Fraude (F for Fake) de Orson Welles.
El escritor Clifford
Irving describe así a Elmyr de Hory a su llegada a la isla de Ibiza, en el
verano de 1959: "Llevaba un monóculo pendiente de una cadena de oro, sus
jerséis siempre eran de Cachemira (...). Lucía reloj de pulsera de Cartier, y
se sentaba al volante de un descapotable Corvette Sting Ray de color rojo… Era,
así lo hizo saber, ‘un coleccionista de obras de arte’".
Y añade: "Si había
alguna opinión unánime sobre el suave y acicalado húngaro era que nunca había
trabajado un día en su vida, ni podría, ni iba a hacerlo".
Pero nadie sospechaba la
realidad: no sólo había sido el falsificador más grande de la Historia, capaz
de colocar durante 21 años un millar de obras de artistas como Picasso,
Modigliani, Matisse, Renoir, Toulouse-Lautrec, Gauguin, Chagall... Además, su
vida había sido de película: siempre en los mejores hoteles e inmerso en los
círculos sociales más selectos, siempre huyendo (de los nazis, del FBI, de la
Justicia española...).
Pero, ¿quién fue
realmente Elmyr de Hory? ¿Cómo llegó a convertirse en el falsificador más
importante de todos los tiempos? ¿Por qué el cineasta Orson Welles se inspiró
en él para realizar su película-documental "F" de fraude (1974), y
hasta la revista Time
le dedicó su portada?
Este genio de la
falsificación nació en 1906 en Budapest, hijo de dos ricos aristócratas de
origen judío. Decidido a ser artista, se trasladó a París, donde trabajaban
entonces Matisse y Derain, y por donde aparecía a menudo Picasso. "Como la
mayoría de los pintores jóvenes del momento, les conocía a todos",
contaba.
La II Guerra Mundial trastornó su mundo. Fue
conducido a Alemania y, en un interrogatorio, la Gestapo le rompió una pierna.
Trasladado a un hospital en las afueras de Berlín, logró escapar de la manera
más increíble: un día notó que la puerta de entrada estaba abierta y se marchó
andando de puntillas. Consiguió llegar a Budapest, donde aguantaría hasta el
final de la guerra.
Tras el conflicto,
volvió a París. Pero ahora era "pobre, pintor y ya no era joven".
Entonces, una amiga noble y multimillonaria, lady Campbell, se fijó en un
dibujo que él había hecho en 10 minutos y lo confundió con un Picasso.
Desconcertado, Elmyr se lo vendió. "Fue tan fácil que no podía creerlo. Ni
siquiera me sentí culpable, era una cuestión de supervivencia".
Muy pronto, se dedicó a
recorrer Europa vendiendo sus dibujos de Picasso. Tras las penalidades de los
últimos años, era maravilloso volver a alojarse en los mejores hoteles, pedir
buenos vinos y viajar en primera clase. Cada vez que vendía algo, lo celebraba
con Mouton-Rothschild cosecha de 1929.
En agosto de 1947 se
trasladó a Nueva York. A la fiesta de inauguración de su nueva casa estaban
invitados Zsa Zsa Gabor (a la que había conocido en Budapest), Anita Loos, Lana
Turner y René d’Harnoncourt, en aquel momento director del Museo de Arte
Moderno de Nueva York.
Empezó entonces un
periplo que le llevó de Hollywood a San Francisco, Portland, Seattle y San
Diego. En Texas tuvo un éxito inmediato con los nuevos magnates de la industria
petrolífera, ansiosos de cultura inmediata. "Yo era una gran
atracción", recordaba Elmyr. "Me gustaba Texas y me gustaban los
americanos. Me sorprendía lo generosos y sencillos que eran todos".
Pese a algún pequeño
tropiezo, su negocio iba viento en popa. Su colección privada pronto incluyó
gouaches, dibujos, acuarelas y pequeños óleos falsos de Matisse, Picasso,
Braque, Derain, Bonnard, Degas, Vlaminck, Laurencin, Modigliani y Renoir.
En los años 50, empezó a
vender por correo a museos de arte moderno y galerías de todo Estados Unidos. A
menudo, retenían las obras durante varias semanas mientras buscaban
asesoramiento de expertos. Pero el resultado siempre era positivo. En todo este
tiempo, sólo un par de dibujos fueron puestos en duda.
Finalmente, sucedió lo
inevitable. Vivía entonces en Florida, cuando un coleccionista —a quien De Hory
había vendido algunas obras— prestó sus dibujos para una exposición que tuvo
que ser cancelada porque dos de ellos "no eran originales". Elmyr
huyó durante unos meses a México. Después se enteraría de que el FBI había
visitado su apartamento, preguntando cuándo volvería.
Fiestas y museos. Por
esa época, el precio de sus obras estaba alcanzando cotas astronómicas. Las
piezas ya vendidas iban dispersándose y terminaban a menudo en colecciones
particulares y museos. En el de Detroit encontró expuesto un Modigliani salido
de su mano. En libros y catálogos aparecían piezas suyas. Todo eso empezaba a
deprimirle, más que a halagarle. Pero empezaron a circular rumores entre los
grandes marchantes que advertían "ten cuidado con un amable húngaro de 50
años con un monóculo y un Matisse bajo el brazo". Entonces empezó a
falsificar litografías, más fáciles de colocar, y entre ellas muchas de la serie Tauromaquia,
de Picasso.
Tras un intento de
suicidio, en 1959, Elmyr decidió huir de América. En sus 13 años allí se había
convertido en el falsificador más prolífico y de más éxito de la Historia. Sus obras
colgaban en las paredes de museos e instituciones. Había viajado tanto y había
utilizado tantos alias, que nadie, ni siquiera los escasos marchantes que
habían detectado alguna de sus falsificaciones, estaba en condiciones de
imaginar la magnitud de su trabajo.
Justo entonces,
descubrió Ibiza. Unido a dos jóvenes manipuladores, Legros y Lessard, el
negocio prosperó más que nunca. En el año 1962, Elmyr asimilaba las técnicas al
óleo de grandes pintores, mientras sus socios vendían su obra por París, Nueva
York, Chicago, Suiza y el sur de Francia. Al año siguiente recorrieron Río de
Janeiro, Buenos Aires, Ciudad del Cabo, Johanesburgo y Tokio.
Las hazañas del trío se
sucedían sin descanso. Según contaba Elmyr, Legros llegó a enviar una de sus
obras a Picasso para que certificara su autenticidad. Éste, que no estaba
totalmente seguro, preguntó: "¿Cuánto pagó el marchante por él?". Le
dieron una cifra fabulosa, 100.000 dólares, y Picasso dijo: "Bueno, si han
pagado tanto, debe de ser auténtico".
En Tokio, Legros vendió
al Museo Nacional de Arte Occidental tres piezas sobre las que el mismo
ministro francés de Cultura, André Malraux, fue invitado a dar su opinión
(comentó que los precios eran muy razonables para unas obras de tal categoría).
El multimillonario Algur
Hurtle Meadows, magnate del petróleo y poseedor compulsivo de obras de arte,
les compró en dos años 15 Duffys, siete Modiglianis, cinco Vlamincks, ocho
Durains, tres Matisses, dos Bonnards, un Chagall, un Degas, un Laurencin, un
Gauguin y un Picasso. Pero Elmyr apenas recibía unos cientos de dólares al mes,
mal y tarde. "Teníamos que mantenerle pobre, explicaría Lessard después,
para que siguiera a nuestras órdenes". La última etapa de su vida tiene
aires de sainete. Sus socios dieron en pelearse públicamente y terminaron ante
los tribunales en varios países. Eso afectó a Elmyr, cuyos trabajos perdieron
calidad. Algunas de sus obras despertaron sospechas y pronto el nombre de
Fernand Legros empezó a estar comprometido. Tantos escándalos acabaron
escamando al magnate texano que pidió el asesoramiento de cinco expertos. La
conclusión fue inapelable: 44 cuadros no eran originales. Meadows se convirtió,
según un periodista, en "el hombre que posee la mayor colección de falsificaciones
del mundo".
El final. "La
falsificación ha terminado", dijo entonces Elmyr, "yo ya he sufrido
bastante". Las autoridades españolas habían puesto la vista sobre él y se
le abrió una investigación a cargo del Tribunal de Vagos y Maleantes. Le condenaron
a dos meses de cárcel por homosexualidad, convivencia con delincuentes y
"carecer de medios demostrables de subsistencia".
Finalmente, todo se
serenó y De Hory pudo vivir los últimos años de su vida en relativa paz, en su
querida isla de Ibiza. Un año antes de morir, celebró una exposición en Madrid,
llena de piezas realizadas "al estilo de" pero firmadas,
orgullosamente, "Elmyr". De hecho, se volvió tan célebre, que se dio
el caso de artistas que realizaron copias de falsificaciones suyas.
Lo más asombroso, sin
embargo, es que pudiera engañar a tantos expertos durante décadas. Elmyr, desde
los comienzos de su carrera, en 1946, pintó unas 1.000 obras de arte atribuidas
a maestros desde Modigliani hasta Picasso. Sólo en la etapa con Legros se
calcula que ganó 35 millones de dólares. Y si no hubiera sido por los graves
conflictos personales de sus dos socios y vendedores, jamás hubiera sido
descubierto.
Es posible que realmente
él no fuera ningún falsificador, sino un magnífico imitador de estilos de otros
pintores famosos. Elmyr pintaba los cuadros sin firmar y es posible que su
marchante pusiera las firmas. Posiblemente, nunca se sabrá si él conocía o no
el destino de sus cuadros firmados, aunque él siempre afirmó que era inocente.
Se suicidó en la isla de
Ibiza el 11 de diciembre de 1976, poco después de recibir la noticia de que iba
a ser extraditado para ser juzgado por falsificación y después de despedirse de
algunos de sus amigos más íntimos de la isla.
Ni Picasso, ni Matisse,
ni Degas, ni Cézanne. Ningún gran artista de la pintura moderna fue un secreto
para Hory, que vendió durante más de 30 años a museos, galerías de arte y
coleccionistas de todo el mundo falsificaciones de los más grandes de la
pintura sin que nadie sospechara nada..
Otras imágenes durante
treinta años llenó el mercado de obras falsas que fueron aceptadas por
expertos, galerías y museos y atribuidas a grandes maestros, entre otros,
Picasso, Modigliani, Degas, Monet, Léger, Signac, Vlaminck, Van Dongen, Derain,
Dufy, Renoir y Matisse. Son cuadros pintados a la manera de los artistas
favoritos de De Hory. Lo hizo porque necesitaba dinero y porque sus propias
obras no eran del agrado de los siempre caprichosos marchantes. El cineasta
Orson Welles dedicó a De Hory el documental F for Fake (titulado en España
Fraude, 1973), una historia sobre la realidad y la falsedad en el mundo de la
creación artística que plantea la duda sobre qué es realmente el arte y quién
tiene el poder para decidir qué es artístico y qué no lo es. La producción de
De Hory, la biografía que escribió Clifford Irving (¡Fraude! La historia de
Elmyr de Hory, el pintor más discutido de nuestro tiempo) y el documental de
Orson Welles son tres piezas que, juntas y por separado, dicen los
organizadores de la exposición "plantean cuestiones fundamentales sobre la
obra de arte y sobre el concepto de autoría. El plagio ha sido ya considerado,
hace tiempo, una forma de cultura y ha dado lugar a amplios y complejos debates
sobre la inspiración, la creación, la apropiación y la autenticidad. Planteamos
así una reflexión sobre las verdades y mentiras del mundo del arte, que mágico
y mítico, no es ajeno al negocio y el interés". Rechazado por los
marchantes A partir de los años sesenta, perseguido por la Interpol, se refugió
en Ibiza, donde se suicidó con una dosis de barbitúricos en 1976, cuando el
Gobierno español sugirió que entregaría al artista-imitador a las autoridades
francesas. Hay quien asegura que cientos de cuadros que los museos del mundo
exponen como obras de Picasso, Monet o Modigliani fueron en realidad pintados
por el hombre en cuyo genio residían los estilos de decenas de pintores. Su
técnica era de tal calibre que no le hacía falta copiar: sencillamente pintaba
"a la manera de".
"La firma no
significa nada. Lo importante es la obra". Esta frase la pronunció el
célebre pintor húngaro Elmyr de Hory en 1976 en el programa A
fondo de TVE poco antes de su muerte. Más allá del debate sobre la verdadera
esencia del arte que pueda ocasionar tal afirmación, De Hory consiguió hacerse
millonario gracias a los cuadros que pintó con las técnicas
de otros pintores y que consiguió colgar en los mejores
museos del mundo como si se trataran de auténticos Picasso, Modigliani,
Matisse,Signac, Derain o Monet.
Nacido en Budapest en
el seno de una familia de aristócratas (o al menos eso hizo creer), a día de
hoy no se sabe a ciencia cierta quién fue este personaje.
En su juventud se instaló en París e intentó hacerse un nombre dentro
del círculo artístico de la ciudad. Poseedor de una técnica
pictórica sublime, no logró encontrar un estilo propio que
sedujera a la crítica de su época. Resentido con los críticos que
le infravaloraron, años después se burlaría de ellos a base de
venderles sus falsificaciones haciéndoles creer que se encontraban ante obras
originales.
Es importante
recalcar que De Hory jamás se consideró un falsificador. Para
él, lo realmente fraudulento eran las leyes del mercado del arte. Y
a diferencia de otros grandes falsificadores, De Hory no realizaba
réplicas exactas, sino que hacía nuevas creaciones como si las hubiese pintado
otros grandes artistas, lo que le permitía vender sus obras con mayor
facilidad. No pintaba un Picasso, sino un cuadro al estilo de Picasso. Y se
defendió alegando que él jamás suplantó la firma de los pintores que
emulaba, sino que esas firmas eran añadidas a posteriori por
marchantes. De ahí que Orson Welles se refiera a él como el "falso
falsificador" (ya que lo único ilegal al imitar la obra de otro
pintor es hacerla pasar por original cuando en realidad no lo es).
Es más, tal y como
aseguró De Hory en el documental de Welles, sus copias muchas veces
superaban en calidad a los originales. Como ejemplo, explica que al
dibujar siguiendo el estilo de Matisse, consigue líneas más seguras y fluidas que
las del pintor francés.
Después de huir de la
justicia de varios países, De Hory recaló en Ibiza en 1959,
donde vivió hasta el final de su vida. Allí se suicidó cuando supo
que le iban a extraditar.
Elmyr de Hory llegó a
ser conocido en todo el mundo como el gran falsificador. Aunque él decía que no
copiaba, que no intentaba reproducir fielmente una obra, sino que trataba de
introducirse en el espíritu de los artistas que admiraba y expresarse según su
estilo, pintaba a la manera de otros pintores. Insistía en que siempre firmaba
con su propio nombre, eran los otros los que, según él, cambiaban la firma y
vendían sus pinturas auténticas convertidas en obras falsas.
Durante el Renacimiento
los pintores disponían de alumnos en sus talleres que estudiaban las técnicas
de pintura copiando las obras y el estilo de su maestro. Como pago por su
formación al maestro, a los aprendices se les permitía vender los cuadros.
Algunas copias eran tan buenas que en muchos casos los especialistas se las ha
atribuido directamente al maestro. Pero lo que nos interesa aquí nada tiene que
ver con las enseñanzas de los “trucos” de un maestro consolidado a sus alumnos,
sino de los trucos para colocar en el mercado de arte falsificaciones tan
buenas que ni los especialistas son capaces de detectar – en ocasiones los
certificados de autenticidad (falsos) les despistaban -. Tampoco la prueba del
carbono 14 dio en la diana en algunos casos.
Una película,
“Incógnito” (1997) concretamente, explica muy didácticamente como es posible engañar
a los más importantes especialistas y “forenses de arte” en pintura, y sobre
las técnicas de análisis como son el carbono ya mencionado o los rayos X.
Christies concretamente subastó una obra de Cézzane como auténtica, por poner
un ejemplo; la firma de subastas ha tenido que devolver muchos millones de
obras falsas vendidas sobre todo a magnates rusos (?), y se han dado muchos más
casos que han determinado que la copia era casi indetectable, dejando a algunos
“expertos” a la altura del betún. De todos los falsificadores de la historia
(hay muchos) dos concretamente han llamado siempre la atención por su absoluta
maestría, dominio de la técnica y el dibujo: Han van Meegeren y Elmyr de Hory.
Nota: Los datos de esta
ponencia, han sido extraídos de diversos artículos y reportajes de diferentes fechas sobre
Elmyr de Hory.
Notas sobre lo
relacionado con las réplicas o copias de la pintura
Copia o réplica, es lo
mismo. Generalmente se realiza sobre una obra de un pintor reconocido.
Copias de obras de pintores
reconocidos se pueden vender, pero especificando que es copia o réplica de la
obra del pintor X y realizada por el copista X-
Reproducción es la
impresión digital de obras reconocidas o de autores reconocidos o no,
respetando los colores o tintas de la propio obra.
Christie´s de Londres,
sala líder de subastas, reconocida internacionalmente. En donde se compran y
venden las más importantes obras o piezas de arte. La mitad de las obras subastadas, son falsas.
Van Gogh admiraba
profundamente a Millet, y copió sus cuadros hasta su muerte (lo consideraba su
padre espiritual). Se trataba de traducir en otro lenguaje los colores.
Diego Velázquez
(1599-1660) causó gran influencia en todos los pintores impresionistas.
Velázquez fue el pintor de pintores.
Pablo Picasso(1881-1973)
era un gran admirador de Velázquez y pintó, 58 lienzos que componen la serie
mas extensa sobre la reinterpretación de la obra “Las meninas” de Velázquez.
Picasso todo lo
convierte en oro, en sus reinterpretaciones o copias pictórica
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