viernes, 18 de diciembre de 2015

ELMYR DE HORY, EL FALSO FALSIFICADOR.




Elmyr de Hory, el falso falsificador
-Ponencia de Teresa Campos – 05.12.15

Elmyr de Hory, nacido 'Hoffmann Elemér' en Hungría (* Budapest,11 de Abril de 1906Ibiza, 11 de diciembre de 1976) Elmyr de Hory no fue el único seudónimo que usó: también se hizo llamar Dory-Boutin, Elmyr von Houry, Herzog, L. E. Raynal, Louis Nassau ... y algunos otros nombres que utilizó para no dejar huellas. Fue un famoso pintor y falsificador que durante su vida vendió más de 1.000 falsificaciones de cuadros. Por casualidad, una de sus pinturas fue vendida en París como un Picasso: y Elmyr de Hory encontró el filón.  Sus falsificaciones ganaron fama después de que Clifford Irving le dedicase un libro, y posteriormente apareciese en el documental Fraude (F for Fake) de Orson Welles.



El escritor Clifford Irving describe así a Elmyr de Hory a su llegada a la isla de Ibiza, en el verano de 1959: "Llevaba un monóculo pendiente de una cadena de oro, sus jerséis siempre eran de Cachemira (...). Lucía reloj de pulsera de Cartier, y se sentaba al volante de un descapotable Corvette Sting Ray de color rojo… Era, así lo hizo saber, ‘un coleccionista de obras de arte’".
Y añade: "Si había alguna opinión unánime sobre el suave y acicalado húngaro era que nunca había trabajado un día en su vida, ni podría, ni iba a hacerlo".
Pero nadie sospechaba la realidad: no sólo había sido el falsificador más grande de la Historia, capaz de colocar durante 21 años un millar de obras de artistas como Picasso, Modigliani, Matisse, Renoir, Toulouse-Lautrec, Gauguin, Chagall... Además, su vida había sido de película: siempre en los mejores hoteles e inmerso en los círculos sociales más selectos, siempre huyendo (de los nazis, del FBI, de la Justicia española...).
Pero, ¿quién fue realmente Elmyr de Hory? ¿Cómo llegó a convertirse en el falsificador más importante de todos los tiempos? ¿Por qué el cineasta Orson Welles se inspiró en él para realizar su película-documental "F" de fraude (1974), y hasta la revista Time le dedicó su portada?
Este genio de la falsificación nació en 1906 en Budapest, hijo de dos ricos aristócratas de origen judío. Decidido a ser artista, se trasladó a París, donde trabajaban entonces Matisse y Derain, y por donde aparecía a menudo Picasso. "Como la mayoría de los pintores jóvenes del momento, les conocía a todos", contaba.
La II Guerra Mundial trastornó su mundo. Fue conducido a Alemania y, en un interrogatorio, la Gestapo le rompió una pierna. Trasladado a un hospital en las afueras de Berlín, logró escapar de la manera más increíble: un día notó que la puerta de entrada estaba abierta y se marchó andando de puntillas. Consiguió llegar a Budapest, donde aguantaría hasta el final de la guerra.
Tras el conflicto, volvió a París. Pero ahora era "pobre, pintor y ya no era joven". Entonces, una amiga noble y multimillonaria, lady Campbell, se fijó en un dibujo que él había hecho en 10 minutos y lo confundió con un Picasso. Desconcertado, Elmyr se lo vendió. "Fue tan fácil que no podía creerlo. Ni siquiera me sentí culpable, era una cuestión de supervivencia".
Muy pronto, se dedicó a recorrer Europa vendiendo sus dibujos de Picasso. Tras las penalidades de los últimos años, era maravilloso volver a alojarse en los mejores hoteles, pedir buenos vinos y viajar en primera clase. Cada vez que vendía algo, lo celebraba con Mouton-Rothschild cosecha de 1929.
En agosto de 1947 se trasladó a Nueva York. A la fiesta de inauguración de su nueva casa estaban invitados Zsa Zsa Gabor (a la que había conocido en Budapest), Anita Loos, Lana Turner y René d’Harnoncourt, en aquel momento director del Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Empezó entonces un periplo que le llevó de Hollywood a San Francisco, Portland, Seattle y San Diego. En Texas tuvo un éxito inmediato con los nuevos magnates de la industria petrolífera, ansiosos de cultura inmediata. "Yo era una gran atracción", recordaba Elmyr. "Me gustaba Texas y me gustaban los americanos. Me sorprendía lo generosos y sencillos que eran todos".
Pese a algún pequeño tropiezo, su negocio iba viento en popa. Su colección privada pronto incluyó gouaches, dibujos, acuarelas y pequeños óleos falsos de Matisse, Picasso, Braque, Derain, Bonnard, Degas, Vlaminck, Laurencin, Modigliani y Renoir.
En los años 50, empezó a vender por correo a museos de arte moderno y galerías de todo Estados Unidos. A menudo, retenían las obras durante varias semanas mientras buscaban asesoramiento de expertos. Pero el resultado siempre era positivo. En todo este tiempo, sólo un par de dibujos fueron puestos en duda.
Finalmente, sucedió lo inevitable. Vivía entonces en Florida, cuando un coleccionista —a quien De Hory había vendido algunas obras— prestó sus dibujos para una exposición que tuvo que ser cancelada porque dos de ellos "no eran originales". Elmyr huyó durante unos meses a México. Después se enteraría de que el FBI había visitado su apartamento, preguntando cuándo volvería.
Fiestas y museos. Por esa época, el precio de sus obras estaba alcanzando cotas astronómicas. Las piezas ya vendidas iban dispersándose y terminaban a menudo en colecciones particulares y museos. En el de Detroit encontró expuesto un Modigliani salido de su mano. En libros y catálogos aparecían piezas suyas. Todo eso empezaba a deprimirle, más que a halagarle. Pero empezaron a circular rumores entre los grandes marchantes que advertían "ten cuidado con un amable húngaro de 50 años con un monóculo y un Matisse bajo el brazo". Entonces empezó a falsificar litografías, más fáciles de colocar, y entre ellas muchas de la serie Tauromaquia, de Picasso.
Tras un intento de suicidio, en 1959, Elmyr decidió huir de América. En sus 13 años allí se había convertido en el falsificador más prolífico y de más éxito de la Historia. Sus obras colgaban en las paredes de museos e instituciones. Había viajado tanto y había utilizado tantos alias, que nadie, ni siquiera los escasos marchantes que habían detectado alguna de sus falsificaciones, estaba en condiciones de imaginar la magnitud de su trabajo.
Justo entonces, descubrió Ibiza. Unido a dos jóvenes manipuladores, Legros y Lessard, el negocio prosperó más que nunca. En el año 1962, Elmyr asimilaba las técnicas al óleo de grandes pintores, mientras sus socios vendían su obra por París, Nueva York, Chicago, Suiza y el sur de Francia. Al año siguiente recorrieron Río de Janeiro, Buenos Aires, Ciudad del Cabo, Johanesburgo y Tokio.
Las hazañas del trío se sucedían sin descanso. Según contaba Elmyr, Legros llegó a enviar una de sus obras a Picasso para que certificara su autenticidad. Éste, que no estaba totalmente seguro, preguntó: "¿Cuánto pagó el marchante por él?". Le dieron una cifra fabulosa, 100.000 dólares, y Picasso dijo: "Bueno, si han pagado tanto, debe de ser auténtico".
En Tokio, Legros vendió al Museo Nacional de Arte Occidental tres piezas sobre las que el mismo ministro francés de Cultura, André Malraux, fue invitado a dar su opinión (comentó que los precios eran muy razonables para unas obras de tal categoría).
El multimillonario Algur Hurtle Meadows, magnate del petróleo y poseedor compulsivo de obras de arte, les compró en dos años 15 Duffys, siete Modiglianis, cinco Vlamincks, ocho Durains, tres Matisses, dos Bonnards, un Chagall, un Degas, un Laurencin, un Gauguin y un Picasso. Pero Elmyr apenas recibía unos cientos de dólares al mes, mal y tarde. "Teníamos que mantenerle pobre, explicaría Lessard después, para que siguiera a nuestras órdenes". La última etapa de su vida tiene aires de sainete. Sus socios dieron en pelearse públicamente y terminaron ante los tribunales en varios países. Eso afectó a Elmyr, cuyos trabajos perdieron calidad. Algunas de sus obras despertaron sospechas y pronto el nombre de Fernand Legros empezó a estar comprometido. Tantos escándalos acabaron escamando al magnate texano que pidió el asesoramiento de cinco expertos. La conclusión fue inapelable: 44 cuadros no eran originales. Meadows se convirtió, según un periodista, en "el hombre que posee la mayor colección de falsificaciones del mundo".
El final. "La falsificación ha terminado", dijo entonces Elmyr, "yo ya he sufrido bastante". Las autoridades españolas habían puesto la vista sobre él y se le abrió una investigación a cargo del Tribunal de Vagos y Maleantes. Le condenaron a dos meses de cárcel por homosexualidad, convivencia con delincuentes y "carecer de medios demostrables de subsistencia".
Finalmente, todo se serenó y De Hory pudo vivir los últimos años de su vida en relativa paz, en su querida isla de Ibiza. Un año antes de morir, celebró una exposición en Madrid, llena de piezas realizadas "al estilo de" pero firmadas, orgullosamente, "Elmyr". De hecho, se volvió tan célebre, que se dio el caso de artistas que realizaron copias de falsificaciones suyas.
Lo más asombroso, sin embargo, es que pudiera engañar a tantos expertos durante décadas. Elmyr, desde los comienzos de su carrera, en 1946, pintó unas 1.000 obras de arte atribuidas a maestros desde Modigliani hasta Picasso. Sólo en la etapa con Legros se calcula que ganó 35 millones de dólares. Y si no hubiera sido por los graves conflictos personales de sus dos socios y vendedores, jamás hubiera sido descubierto.

Es posible que realmente él no fuera ningún falsificador, sino un magnífico imitador de estilos de otros pintores famosos. Elmyr pintaba los cuadros sin firmar y es posible que su marchante pusiera las firmas. Posiblemente, nunca se sabrá si él conocía o no el destino de sus cuadros firmados, aunque él siempre afirmó que era inocente.
Se suicidó en la isla de Ibiza el 11 de diciembre de 1976, poco después de recibir la noticia de que iba a ser extraditado para ser juzgado por falsificación y después de despedirse de algunos de sus amigos más íntimos de la isla.
Ni Picasso, ni Matisse, ni Degas, ni Cézanne. Ningún gran artista de la pintura moderna fue un secreto para Hory, que vendió durante más de 30 años a museos, galerías de arte y coleccionistas de todo el mundo falsificaciones de los más grandes de la pintura sin que nadie sospechara nada..

Otras imágenes durante treinta años llenó el mercado de obras falsas que fueron aceptadas por expertos, galerías y museos y atribuidas a grandes maestros, entre otros, Picasso, Modigliani, Degas, Monet, Léger, Signac, Vlaminck, Van Dongen, Derain, Dufy, Renoir y Matisse. Son cuadros pintados a la manera de los artistas favoritos de De Hory. Lo hizo porque necesitaba dinero y porque sus propias obras no eran del agrado de los siempre caprichosos marchantes. El cineasta Orson Welles dedicó a De Hory el documental F for Fake (titulado en España Fraude, 1973), una historia sobre la realidad y la falsedad en el mundo de la creación artística que plantea la duda sobre qué es realmente el arte y quién tiene el poder para decidir qué es artístico y qué no lo es. La producción de De Hory, la biografía que escribió Clifford Irving (¡Fraude! La historia de Elmyr de Hory, el pintor más discutido de nuestro tiempo) y el documental de Orson Welles son tres piezas que, juntas y por separado, dicen los organizadores de la exposición "plantean cuestiones fundamentales sobre la obra de arte y sobre el concepto de autoría. El plagio ha sido ya considerado, hace tiempo, una forma de cultura y ha dado lugar a amplios y complejos debates sobre la inspiración, la creación, la apropiación y la autenticidad. Planteamos así una reflexión sobre las verdades y mentiras del mundo del arte, que mágico y mítico, no es ajeno al negocio y el interés". Rechazado por los marchantes A partir de los años sesenta, perseguido por la Interpol, se refugió en Ibiza, donde se suicidó con una dosis de barbitúricos en 1976, cuando el Gobierno español sugirió que entregaría al artista-imitador a las autoridades francesas. Hay quien asegura que cientos de cuadros que los museos del mundo exponen como obras de Picasso, Monet o Modigliani fueron en realidad pintados por el hombre en cuyo genio residían los estilos de decenas de pintores. Su técnica era de tal calibre que no le hacía falta copiar: sencillamente pintaba "a la manera de".



"La firma no significa nada. Lo importante es la obra". Esta frase la pronunció el célebre pintor húngaro Elmyr de Hory en 1976 en el programa A fondo de TVE poco antes de su muerte. Más allá del debate sobre la verdadera esencia del arte que pueda ocasionar tal afirmación, De Hory consiguió hacerse millonario gracias a los cuadros que pintó con las técnicas de otros pintores y que consiguió colgar en los mejores museos del mundo como si se trataran de auténticos Picasso, Modigliani, Matisse,Signac, Derain o Monet. 
Nacido en Budapest en el seno de una familia de aristócratas (o al menos eso hizo creer), a día de hoy no se sabe a ciencia cierta quién fue este personaje. En su juventud se instaló en París e intentó hacerse un nombre dentro del círculo artístico de la ciudad. Poseedor de una técnica pictórica sublime, no logró encontrar un estilo propio que sedujera a la crítica de su época. Resentido con los críticos que le infravaloraron, años después se burlaría de ellos a base de venderles sus falsificaciones haciéndoles creer que se encontraban ante obras originales. 
Es importante recalcar que De Hory jamás se consideró un falsificador. Para él, lo realmente fraudulento eran las leyes del mercado del arte. Y a diferencia de otros grandes falsificadores, De Hory no realizaba réplicas exactas, sino que hacía nuevas creaciones como si las hubiese pintado otros grandes artistas, lo que le permitía vender sus obras con mayor facilidad. No pintaba un Picasso, sino un cuadro al estilo de Picasso. Y se defendió alegando que él jamás suplantó la firma de los pintores que emulaba, sino que esas firmas eran añadidas a posteriori por marchantes. De ahí que Orson Welles se refiera a él como el "falso falsificador" (ya que lo único ilegal al imitar la obra de otro pintor es hacerla pasar por original cuando en realidad no lo es).
Es más, tal y como aseguró De Hory en el documental de Welles, sus copias muchas veces superaban en calidad a los originales. Como ejemplo, explica que al dibujar siguiendo el estilo de Matisse, consigue líneas más seguras y fluidas que las del pintor francés. 
Después de huir de la justicia de varios países, De Hory recaló en Ibiza en 1959, donde vivió hasta el final de su vida. Allí se suicidó cuando supo que le iban a extraditar. 
Elmyr de Hory llegó a ser conocido en todo el mundo como el gran falsificador. Aunque él decía que no copiaba, que no intentaba reproducir fielmente una obra, sino que trataba de introducirse en el espíritu de los artistas que admiraba y expresarse según su estilo, pintaba a la manera de otros pintores. Insistía en que siempre firmaba con su propio nombre, eran los otros los que, según él, cambiaban la firma y vendían sus pinturas auténticas convertidas en obras falsas.
Durante el Renacimiento los pintores disponían de alumnos en sus talleres que estudiaban las técnicas de pintura copiando las obras y el estilo de su maestro. Como pago por su formación al maestro, a los aprendices se les permitía vender los cuadros. Algunas copias eran tan buenas que en muchos casos los especialistas se las ha atribuido directamente al maestro. Pero lo que nos interesa aquí nada tiene que ver con las enseñanzas de los “trucos” de un maestro consolidado a sus alumnos, sino de los trucos para colocar en el mercado de arte falsificaciones tan buenas que ni los especialistas son capaces de detectar – en ocasiones los certificados de autenticidad (falsos) les despistaban -. Tampoco la prueba del carbono 14 dio en la diana en algunos casos.
Una película, “Incógnito” (1997) concretamente, explica muy didácticamente como es posible engañar a los más importantes especialistas y “forenses de arte” en pintura, y sobre las técnicas de análisis como son el carbono ya mencionado o los rayos X. Christies concretamente subastó una obra de Cézzane como auténtica, por poner un ejemplo; la firma de subastas ha tenido que devolver muchos millones de obras falsas vendidas sobre todo a magnates rusos (?), y se han dado muchos más casos que han determinado que la copia era casi indetectable, dejando a algunos “expertos” a la altura del betún. De todos los falsificadores de la historia (hay muchos) dos concretamente han llamado siempre la atención por su absoluta maestría, dominio de la técnica y el dibujo: Han van Meegeren y Elmyr de Hory.
Nota: Los datos de esta ponencia, han sido extraídos de diversos artículos y reportajes de diferentes fechas sobre Elmyr de Hory.

Notas sobre lo relacionado con las réplicas o copias de la pintura
Copia o réplica, es lo mismo. Generalmente se realiza sobre una obra de un pintor reconocido.
Copias de obras de pintores reconocidos se pueden vender, pero especificando que es copia o réplica de la obra del pintor X y realizada por el copista X-
Reproducción es la impresión digital de obras reconocidas o de autores reconocidos o no, respetando los colores o tintas de la propio obra.
Christie´s de Londres, sala líder de subastas, reconocida internacionalmente. En donde se compran y venden las más importantes obras o piezas de arte.  La mitad de las obras subastadas, son falsas.
Van Gogh admiraba profundamente a Millet, y copió sus cuadros hasta su muerte (lo consideraba su padre espiritual). Se trataba de traducir en otro lenguaje los colores.
Diego Velázquez (1599-1660) causó gran influencia en todos los pintores impresionistas. Velázquez fue el pintor de pintores.
Pablo Picasso(1881-1973) era un gran admirador de Velázquez y pintó, 58 lienzos que componen la serie mas extensa sobre la reinterpretación de la obra “Las meninas” de Velázquez.
Picasso todo lo convierte en oro, en sus reinterpretaciones o copias pictórica 

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sábado, 12 de diciembre de 2015

"OBEDIENCIA Y DESOBEDIENCIA"

Texto de la ponencia presentada por Mª Carmen , el pasado sábado día 11 de noviembre.




OBEDECER Y DESOBEDECER.


Desde el inicio de la historia, los grupos humanos, ya intuyeron que para su propia supervivencia, necesitaban un mínimo de organización. Los roles jerárquicos, surgieron de forma espontanea, o por la fuerza. Se trataba de conseguir objetivos personales y sociales.



Los que mandaban, y mandan, siempre han sido minorías, y los obedientes, mayoría.
Los tabúes, y prohibiciones, lo que no se debe tocar, lo que no se debe hacer, y hasta lo que no se debe pensar, han sido constantes.
Todas las culturas y religiones, han creado relatos fantásticos llenos de amenazas apocalípticas, si se transgredían los tabúes.
Hoy, algunas de estas prohibiciones nos parecen bastante irracionales y acientíficas. Pero eran el fruto de creencias en algo que superaba la mente humana.



Los de nuestra especie somos tan imaginativos, que nos creemos nuestros propios cuentos, y después hay que desmontarlos.
Como dato a nuestro favor, está la actitud curiosa, queremos saber, averiguar, que existe más allá de lo prohibido, sea a nivel de placer o de conocimiento, y además deseamos la libertad, y no estar sujetos al amo.
Y esto es lo que hicieron, según el relato primigenio, Adán y principalmente Eva. La única prohibición que se les impuso, la transgredieron, comieron del “Árbol del bien y del mal”, que al parecer era un manzano.



Suponemos que en el bucólico paraíso terrenal, tenían sus ratos de aburrimiento y decidieron tener nuevas experiencias, y por esta causa fueron condenados a vivir la realidad de la vida.
En todas las mitologías, las obediencias y desobediencias se suceden.
Las alegorías, del control y orden social, que quieren evitar el caos, los códigos, reglamentos, normas implícitas y explicitas, dirigen conductas, estructuran sociedades en diversas jerarquías, en donde unos mandan y otros obedecen.
Desde la infancia nos socializan, para interiorizar ciertos grados de disciplina, que la obediencia cree habito  y sentido de la responsabilidad.



Las transgresiones a la norma, se esperan, los castigos son las amenazas, que no siempre las frenan.
Los anarquistas más puros, postulan una sociedad, sin dios, ni estado ni patrón. Todo auto gestionándonos según nuestra conciencia. Alegan que no se han de crear razones para obedecer a otros y así no tener que rebelarse.
Es como toda utopía, impracticable, todas las sociedades necesitan unificar, homogeneizar criterios.
En las democracias existen grados de flexibilidad.



En las dictaduras, impera el miedo. Se obedece a regañadientes o porque no se conoce otra cosa. El dictador se encarga de censurar y cerrar canales de conocimiento e información. No interesa que el pueblo reflexione sobre otras formas de vivir, de creer o de pensar.
La obediencia ciega de las multitudes ha sido causa de múltiples males.
Desde lo personal, cada uno tenemos nuestro perfil de docilidad, conformismo o rebeldía. Lo ideal es el término medio. La bravuconería del que dice y hace “porque le da la gana”, puede ser una temeridad o una gilipollez. Al que va así por la vida se le considera un inadaptado.



Las personas desobedecen la norma de una manera puntual, piensan que no les van a pillar. Todos sabemos, que cuando el control se afloja, muchos se saltan los códigos de convivencia.
Hay desobediencias, no obstante, que las podemos considerar como heroicas, fruto de la coherencia interna del que así actúa, desobedece una ley que se considera injusta.



Este fue el caso de los movimientos pacifistas, previos a la 1ª Guerra Mundial. Muchos jóvenes se declararon insumisos a la ley de alistamiento general y consideraron como antipatriotas, fueron encarcelados y algunos fusilados.

En España, la insumisión al “Servicio de Armas” también tuvo un largo recorrido. Finalmente, la ley de “servicio Militar”, obligatorio fue derogada. El contexto militar, ya no necesitaba tropa, sino profesionales, esta circunstancia lo facilitó.



Los soldados siempre han sido carne de cañón, en un cuerpo con mandos muy jerarquizados verticalmente. Mataban o morían obedeciendo. La deserción, era  castigada con la muerte.



Otro caso que sentó jurisprudencia, fue la desobediencia de la Sra. Parks, negra norteamericana, que oponiéndose a la ley “Iguales, pero separados”, se sentó en los asientos reservados a los blancos. Otros negros la imitaron. Al final el Tribunal Supremo, declaro contra derecho la ley promulgada.



Gandy, como no, fue internacionalmente conocido por su discurso de no violencia, acompañado de desobediencia civil, puntual.



El objetivo era la independencia de la India, del Imperio Británico, con el mínimo derramamiento de sangre, pudo manejar la cuestión mediática, con su carisma y autoridad moral.
Algunos líderes catalanes han planteado a la ciudadanía la desobediencia civil, para conseguir determinados objetivos. Se nos ha hecho ya familiar la palabra “secesión”, que viene del verbo latino secessio, -ōnis, sus sinónimos son dividir, cortar  algo que antes estaba unido. Secesionismo seria un derivado, se pretende crear un nuevo estado, con la fracción dividida, con todas sus atribuciones y responsabilidades.



La desobediencia a las leyes del estado central, para los secesionistas más radicales, es una cuestión de principios, de sentimientos y de intereses que han formado un sustrato de rechazo a la unidad general.



En una democracia, la fuerza de los votos, es importante, pero también inquietante. En el hipotético caso de que se consiguiera cortar, en el futuro, ¿aceptarían la desobediencia civil de sus opositores?

CONCLUSIÓN:
Según Sócrates (que tuvo que tomar cicuta, por desobedecer las leyes de tenas), la desobediencia de la ley solo se justifica, si el infractor, está dispuesto a sufrir el correspondiente castigo y si es político, la inhabilitación.



La desobediencia civil, se puede usar como táctica. El estado constituido, siempre es renuente a reformas y derogaciones. Desobedecer, no es solo estar en contra o querer algo, que se supone bueno para el grupo, se ha de ofrecer a la opinión general argumentos sólidos. La desobediencia civil es una manifestación extrema, no hace enmienda a la totalidad, sino a la ley en particular.
La considera subversiva y abre la puerta a una confrontación abierta con el adversario.
Aquí en Cataluña, descartando la violencia, es una cuestión de dialéctica y negociación entre las fuerzas predominantes. 



A nivel general, no se nos premia por nuestro cumplimiento de los códigos, y la sanción ha de ser proporcional.
La parte constructiva de la obediencia, es que nos proporciona esquemas de comportamiento.
Mandar sin autoritarismo
Sin servilismo obedecer
Desconfiar de la autoridad si es preciso
No idolatrarla
Tampoco es bueno exagerar, decía Montesquieu, filósofo ilustrado: “Hasta la virtud necesita límites”



Si consideramos que una ley es injusta u obsoleta, si desde la ética luchamos con fuerza para cambiarla, al final, los tribunales nos darán la razón.

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